6 Nov 2018 - 12:00 AM
Por: Reinaldo Spitaletta / El Espectador
SOMBRERO DE
MAGO
Arroz con coco, pero sin coco y sin arroz; fríjoles
con pezuña sin ninguno de los dos ingredientes básicos; sancocho sin carne
alguna y sin papa ni yuca, porque no alcanzará con qué, después de que la
canasta familiar duquista-carrasquillista (Duque y Carrasquilla, nuevo dueto
miseria) se nos desfonde por el IVA. Ahora sí, a bailar, con Pérez Prado,
el Mambo del mercado La Merced, ¡aaaaaggghhh! ¡Uugh!
“Dame, dame, dame la carne; dame, dame, dame la
cebolla… el pescado, la gallina, el tomate, la lechuga, el picante… ¡mambo!”.
Imaginen nomás al “subpresidente”, como le dicen en la plaza de mercado,
bailando el ritmo del gran Care foca,
ayudándose para el show populista
con cabeceo de balón (ni recordará que un exfutbolista famoso le dijo que la
cabeza se usaba para pensar y no para conectar cabezazos a una pelota) y con un
churrunguis-chunguis guitarreado. “Aquí no pasa nada —dirá—. Por qué tanta
alharaca”, agregará.
La reforma tributaria (bajo el eufemismo de “ley de
financiamiento”) que se avecina, en caso de que los más afectados, o sea, todo
el pueblo colombiano, no realicen una histórica resistencia civil contra el
engendro, nos dejará con más hambre y sin cuadernos. Sin siquiera papel toilette. Y aunque aquí, en un país al que han
mantenido en la oscuridad los oligarcas y las transnacionales, se lea solo
medio libro al año, pues también habrá IVA para los libros.
Con decir que es peor que la de Santos es hablar ya
de una especie de leviatán. Un monstruo que se tragará, sin sacudirlos (como lo
hace el hambre en La Guajira), a los niños y a muchas “vejentudes”. Que ni
habrá con qué comprar arracacha o berzas, que quizá nos pasará como sucede en
algunas novelas del sur estadounidense, las muy tremendas de los tiempos de la
Gran Depresión (John Steinbeck, Erskine Caldwell…), y entonces a comer nabos se
dijo.
Y aunque el mincarrasco, que desconoce la dignidad
y no conjugará jamás el verbo renunciar, diga que Colombia es un país de clase
media, este, dependiente y neocolonial, es de puros pobres, asolados por todas
las miserias, desempleados, desplazados, descamisados y así hasta llegar a ser
uno de los más inequitativos del orbe. Y con cobrarles impuestos agregados a
los productos básicos del “cesto familiar” quiere el Gobierno conseguirse $14
billoncitos. Ah, y todo para disminuirles impuestos a las transnacionales y a
los supercapitalistas.
Veamos nomás lo que ha dicho, con sabor a mambero,
¡aaaaghh!, uno de los “cacaos” supermillonarios, dueño de banca y de
periódicos, el hombre 123º más rico del contaminado planeta, que desde luego ha
aplaudido la reforma tributaria: “La reforma no atropella, no golpea de ninguna
manera a la gente de bajos ingresos”. No, no-no-no, qué va.
Y la risa (o la indignación), ante tanto descaro,
puede aumentar cuando escuchás al “subpresidente”, como le dicen en la lleca y otros recovecos, cuando advierte que con
“los cambios planteados”, o sea, cobrar IVA al sancocho y todos los
bastimentos, se generará equidad. Al saber lo llaman suerte. Qué cosa.
Y como si fuera poco el ataque premeditado y
alevoso a la “pobrecía”, el dueto miseria dice que hay que gravar a la clase
media (¿Colombia, país de clase media?), como si esta estuviera compuesta por
magnates, por ricachos de buen bolsillo, y todo para favorecer a los
superpoderosos, como, por ejemplo, a los de las gaseosas y las altas finanzas.
Ah, y como si fuera una bicoca, la retención en la fuente se ampliará para la
clase media y, cómo no, se les tocarán las pensiones.
La cacareada reforma tributaria, que según el dueto
en mención es para tener recursos para educación y salud (por favor, no nos
hagan reír que nos descosemos y las agujas y el hilo también tienen IVA), es
para el favorecimiento de una minoría de potentados y agredir a los vastos
sectores populares y la clase media.
Así que, contra esta agresión, no hay otra manera
de hacer frente al atropello que con el despliegue de una contundente
resistencia popular, marchas y paros. Trabajadores, estudiantes, sectores de la
mediana y pequeña empresa, agricultores, en fin, ya están llamando a la
desobediencia.
Entre tanto, el dueto miseria (y quienes lo
manejan) va brincando como jugando al “chupaté” de las niñas de antes y
moviéndose al son del “picante” ritmo de Care foca: “Dame,
dame, dame la cebolla; dame, dame, dame la carne…”. ¡Uuuggh!
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