miércoles, 28 de enero de 2009

QUIEN CALLA, OTORGA: LA NECESIDAD DE CONFRONTACIÓN EN LA SOCIEDAD

Es comprensible y saludable que no se trate de generar una escalada verbal, pero cuando uno ve lo que le sucede a una sociedad callada se tiene que tener firmeza adecuada, para dar una respuesta critica, es decir, que sea con altura política por los temas sociales que nos convocan como ciudadanos por el bienestar de Yarumal.

Hay sociedades dice (Juan José García, Decano del IEEM publicado en cuaderno el 5 de mayo de 2008); donde está mal vista la confrontación. Generalmente son dirigentes de sociedades que tienen como criterio rector, inoculado por algunos personajes históricos que consiguieron que sus ideologías y promesas impregnaran la sociedad, un igualitarismo donde todo vale igual, nadie se anima a decir algo diferente, donde por tanto no se ve con buenos ojos que existan grupos de ciudadanos que defiendan corporativamente sus intereses, y en las que en definitiva acaban dominando los que más gritan –porque consiguen levantar una bandera que aglutina a un número mayor de ciudadanos–. Hay miedo a confrontar, miedo al qué van a decir, miedo a que digan más de lo que ya dijeron.

Poco a poco se genera una mala conciencia que lleva a ocultar los logros, casi a pedir perdón si con esfuerzo se ha conseguido algo que los demás no consiguieron.

Pero no todo se resuelve en un apocamiento que resulta muy dañino para una mentalidad emprendedora. Este comportamiento tiene un efecto más perverso aún. Y es que detrás de ese silencio se puede esconder la pereza, la desidia, y es de esperar que no sea una voluntad de injusticia, de entablar un debate en el que quizá los dirigentes de alpargatas o botas (pónganselas pues) deban revisar algunos comportamientos que podrían, al menos, dar pie a que los ciudadanos propagaran –de un modo inadmisible pero con cierta verdad en el fondo– los debates políticos y sociales con altura que han dado pie a estas reflexiones.

Algo así como si en el fondo alguien pudiera decir para sí: que sigan al hombre que defiende sus ideas y no al mentiroso de promesas políticas, pero si se presenta la ocasión de explotar un poco a algunos, lo haré sin mala conciencia, por-que ya estoy catalogado en esa categoría. Seguramente no hay nadie que conscientemente actúe con este cinismo, pero hemos de estar atentos porque donde nos descuidamos, esa mala hierba comienza a crecer hasta y es mejor estar dispuestos a obrar justamente; muchas veces desalentados por el modo torcido con el que han interpretado los intentos más nobles.

Escuché en alguna oportunidad que gobernar –dirigir– es poner los elefantes (sin dejar a un lado el elefante de Samper) arriba de la mesa: de lo que hay que hablar es de qué pasa, quién grita, por qué, si además de ser gritón tiene al menos algo de razón. Cómo se le puede reconocer esa parte de razón que tiene, sabiendo que quizá ese reconocimiento sea el primer paso para que deje de gritar. Es muy difícil esconder los elefantes, por no decir imposible, y cuando se intenta hacerlo algo comienza a oler a hipocresía. Es verdad que, como insistentemente sostengo, “no se ha de intentar contentar a quienes no se van a contentar”. Pero también es cierto que hasta poder llegar a esa conclusión vale la pena hacer el esfuerzo por una mayor comprensión que sólo se genera desde un diálogo sincero. Quizá a más de uno el diálogo sincero pueda parecerle una ingenuidad en un mundo donde por desgracia es frecuente la manipulación, el autoritarismo, la ambigüedad, o para decirlo sin más vueltas: la mentira, la peor lacra social, porque imposibilita cualquier entendimiento. Pero si de veras se pretende generar un clima social que posibilite un proyecto común sugestivo (esa era la definición que daba Ortega de lo que es una nación), que los ciudadanos no vean el desplazamiento involuntario aplicado por algunos dirigentes políticos como la única salida, habrá que esforzarse para lograr lo que sólo se consigue con el esfuerzo inteligente (subrayo de intento el calificativo) de quienes se supone que están más capacitados para dirigir sus propios destino de ciudad y, por tanto, de contribuir a la dirección de la sociedad en que estas operan.

De lo contrario, tendrá que seguir el pueblo escuchando insultos, lamentos y promesas de sus dirigentes espurios y quizá por ahora, aunque no es seguro; porque cuando algunos comienzan a excederse si no se les pone un límite aumentan su agresividad. Y dan la penosa impresión de que no pueden reclamar justicia porque en el fondo algunas verdades esas encierran.


Ñapa: Algunos parroquianos dicen: - que el alcalde de mi tierra se volvió medico; -- ya que les mando mucha quietud a muchos-. Están esperando el nombramiento prometido en campaña, y están calvos de sobarse la cabeza de decir; ya casi llega el trabajo del Proyecto Pescadero – Ituango.

Me gusta ese slogan de campaña y de gobierno cuando el gobernante local les decía a esos Senadores y gobernantes políticos en esas manifestaciones públicas: “póngase las botas pues por Yarumal, lástima que las boticas les quedaron como algo estrechitas a estos personajes…. ¿quien se las vendería…porque nos las usan?

Colombia es el país con más desplazados internos en el mundo

Una de cada 97 personas en el mundo, o lo que es lo mismo, el 1 por ciento de la población mundial, se ha visto obligada a abandonar ...