jueves, 6 de agosto de 2009

EL ULTRAVIRUS



No es el virus de la gripa AH1N1 la gran amenaza que hoy pende sobre la humanidad. Peor que ese es el UltraVirus UD1L1 (UltraDerechaLumpen), hoy expandido por el globo terráqueo como un veneno letal.

Así como la misión del virus gripal AH1N1 es causar el mayor miedo posible en el organismo humano, con la finalidad de motivar ventas masivas y billonarias del producto 'Tamiflu', uno de cuyos socios es el antiguo secretario de defensa de los Estados Unidos y ex campeón de lucha libre, mister Donald Henry Rumsfeld, la misión del virus político UD1L1 es causar el mayor miedo posible en el organismo social con el propósito de facilitar la toma y el control del poder mundial por la ultraderecha o lumpen de cuello blanco.

Aquel filósofo visionario que en vida fue conocido como Carlos Marx advirtió en 'El capital' que el lumpen es el más peligroso de todos los actores políticos que conforman la derecha ultrarreaccionaria, pero previno también que el peligro no reside en el "lumpen vulgar" (los atracadores callejeros, los rateritos de medio pelo, los delincuentes comunes), sino en el lumpen de cuello blanco (los especuladores financieros, los políticos corruptos, los gobernantes venales, las empresas monopólicas, los estafadores a escala gigantesca y las oligarquías). Distinguir entre uno y otro, entre el lumpen vulgar y el de cuello blanco, no resulta fácil, porque su forma de operar es idéntica. Ambos carecen en absoluto de escrúpulos y no viven para otra cosa que para el delito. La pequeña diferencia está en el cuello.

Un par de ejemplos pueden ilustrar lo que digo.
Primer ejemplo. Hace muchos, muchos años, y no precisamente "en un reino junto al mar turquí", sino en las calles de Bogotá, me hallaba en cola para subir a un bus distrital o municipal. De pronto, la persona que estaba detrás de mí me hizo una seña discreta para indicarme que la que estaba delante efectuaba una hábil expedición de su mano hacia el bolsillo de la que a su turno tenía por delante. Con una imprudencia temeraria le grité "¡Hola, hola!, ¿qué es eso?", y el ladrón, ágil como una gacela, sacó los dedos que tenía entre el bolsillo de su víctima y se esfumó en dos segundos. La frustrada víctima ni se dio cuenta de lo que ocurría. En ese momento llegó el bus y los de la cola empezaron a subir.

Un minuto después, mientras la cola se movía, sentí un fuerte puntapié en las espinillas y al volver la cara para reaccionar vi al ladrón, que me gritaba energúmeno: "¿Por qué me pega, desgraciado... h. p...? ¿Yo qué le hice? ¡No me pegue!". El instinto me aconsejó que me hiciera el loco y que tratara de subirme al bus lo más rápido posible. El ladrón seguía gritando: "No me pegue, no sea cobarde", y algunos compinches suyos, a cierta distancia, le hacían coro: "¡No le pegue, cójanlo, ladrón!". Los transeúntes me miraban feo, el que me había avisado de la 'operación bolsillo' permanecía mudo, tembloroso y pálido del susto. El que yo había salvado de que lo expropiaran, ni se enteró.
Por fortuna, la fila se movió rápido y pude subir al bus. El ladrón gritó: "¡Bajen ese ladrón!" y trató de treparse. El chofer, perspicaz, le cerró la puerta y arrancó, no sin suscitar las protestas de varios pasajeros y señoras compasivas que se solidarizaron "con el joven que no se pudo subir, pobrecito, qué chofer tan grosero".

Pasado el susto que me llevé "por sapo", el episodio me recordó otro similar, que relata Charles Dickens en 'Oliver Twist' (1837) y que confirma cómo el lumpen es el mismo en todos los tiempos y en todos los lugares.
Segundo ejemplo. Manuel Zelaya, elegido democráticamente (como lo ha dicho su homólogo de los Estados Unidos, el presidente Barack Obama) presidente de la República de Honduras, se metió "de sapo" a gobernar en beneficio de las clases menos favorecidas de la sociedad hondureña, el 90 por ciento de la población. Dobló el salario mínimo, aumentó en forma considerable la cobertura en salud para los pobres, apoyado por la Alianza Bolivariana para las Américas, y le dio al pueblo un protagonismo que le supo a cacho a la oligarquía hondureña, consentida de la ultraderecha gringa, tan bien representada hoy por el Partido Republicado.

La última acción gubernamental de Zelaya fue proponer un referendo para preguntarles a los hondureños si querían o no que en las elecciones de noviembre se colocara una cuarta urna con el fin de que opinaran si deseaban o no que se hicieran algunas reformas a la Constitución. Nada de esto se sale de los linderos que fija la carta vigente, inclinada a fomentar la democracia participativa. Preocupada por la popularidad inmensa de Zelaya, que aseguraba un sí clamoroso a la cuarta urna, la oligarquía de Honduras manipuló a la Corte Suprema para declarar que la consulta popular "no procede".

Zelaya, convencido de que la voz del pueblo es la voz de Dios (vox Populi, vox Dei) y de que ningún poder está por encima del pueblo, en puridad democrática, según la doctrina de Abraham Lincoln, "la democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo", siguió adelante con el referendo. La Corte insistió en que "no procedía", y el ejército, cuyo comandante supremo es el presidente de la república, se puso a órdenes de la Corte y se negó a trasladar las urnas. Zelaya, al frente de una gran multitud, rescató las urnas secuestradas y el pueblo las puso en los sitios de votación. En la mañana del 28 de junio, día del referendo, un golpe militar, auspiciado por la Corte y por el Congreso, depuso y secuestró al presidente legítimo.
La horda lumpenesca hondureña, encabezada por el mafioso Micheletti, quería humillar al Presidente (que es un hombre decente y un demócrata integral), hacerlo quedar en ridículo. Lo dejó tirado, en piyama, en el aeropuerto de San José de Costa Rica.

Puestos en evidencia inmediata por la reacción heroica del pueblo hondureño en defensa del presidente constitucional, los violadores de la Constitución, los perpetradores del golpe militar, los usurpadores delincuentes, los represores de la libertad, comenzaron a gritarle a Zelaya: "Violador de la Constitución, delincuente", y sus compinches de la derecha en el Partido Republicano y el resto de Latinoamérica les hacen coro, le gritan a Zelaya: "No viole la Constitución, delincuente", y lo acusan, como justificación del golpe militar, de intentar reelegirse. Mentira monstruosa y patente, pues las reformas que se iban a votar en la cuarta urna eran a posteriori del período de Zelaya y no incluían ninguna reelección inmediata. Entonces, los violadores de la Constitución se proclaman sus defensores.

Este par de ejemplos, relatados de la manera más sucinta recomendable, para no abusar de la paciencia de los lectores, nos muestran cómo no hay ni mínima diferencia en el modo de ser, ni en la estrategia, del lumpen proletariat, o lumpen vulgar, y el lumpen de cuello blanco. "Los dos son un mismo animal" (José Asunción Silva). Los dos acuden, casi siempre con éxito, al método de hacer que las víctimas aparezcan como culpables. Ese es el ultravirus de la derecha que hoy amenaza de muerte a la democracia.


Por
Enrique Santos Molano

miércoles, 5 de agosto de 2009

IMAGEN PÚBLICA Y PODER POLÍTICO.

En la época de las telecomunicaciones y de la democracia electoral, el manejo de imagen de un político es tan importante para su carrera como su capacidad organizativa. De nada sirve ser un gran activista político, un organizador de masas o un hábil operador, si la imagen pública que trasmite es mala, pobre o mediocre. Por ello, el perfil ideal de un candidato al puesto de elección popular tiene que ser estudiado, analizado y mejorado si quiere alcanzar el poder.

La imagen es la figura, representación, semejanza y apariencia de una cosa. La imagen pública es la imagen colectiva que de un individuo se tiene en un tiempo y lugar determinado.

En política, la imagen es la representación, o proceso físico-psicológico, que el elector se hace de un partido o candidato. La imagen del candidato es la manera como es percibido, no necesariamente como es en realidad.
La imagen de un candidato es la percepción que tienen los ciudadanos de su carácter interno, una impresión construida a partir de su apariencia física, estilo de vida, porte, acciones, conducta y modales.

En un proceso electoral, el candidato es el centro de la atención, es el recurso más valioso, porque sólo él puede realizar algunas de las actividades, como dar entrevistas en los medios de comunicación, participar en debates públicos, en conferencias de prensa, y encabezar mítines, entre otras. De ahí que su imagen tenga que ser cuidada, cultivada, reforzada y/o construida.

El manejo de imagen ayuda al político a ser exitoso en esta carrera, aunque, es importante aclararlo, no le asegura el triunfo electoral.

El tema de la imagen pública es complejo y atreverse a dar consejos para mejorarla resulta delicado y pretencioso. La imagen es tan fugaz, relativa, dinámica y misteriosa, que resulta casi imposible dar consejos para desarrollarla o mejorarla. Sin embargo, me atrevo a escribir acerca del tema para buscar el perfeccionamiento ético de nuestros políticos, tratando, al mismo tiempo, de rescatar la era de la política de la elegancia, o de la alta política.


Imagen del éxito
1. La imagen es percepción. Todos los candidatos a puestos de elección popular pueden ser percibidos de forma buena, regular o mala. Tal imagen está vinculada con los términos capacidad, honestidad, responsabilidad y trabajo o con sus antípodas. Una buena imagen también se asocia con la eficiencia que se relaciona automáticamente con calidad, seriedad y poder. Por eso un buen político debe trabajar en mejorar la percepción que las masas tienen de su persona.
2. La imagen pública se forma gracias al esfuerzo constante, la inteligencia de acciones y el raciocinio al proceder. Es decir: nadie nace con una buena o mala imagen pública, sino que se adquiere con el actuar. Alguien puede nacer con un buen o mal apellido, con riquezas o pobrezas, pero la imagen que emite a la sociedad se forja gracias a sus acciones. De ahí la importancia de pensar las acciones y actuar con inteligencia.
3. La imagen pública se define, principalmente, con tres características fundamentales: físicas, intelectuales y emocionales. Hay que buscar un equilibrio entre ellas. Todas son importantes, pero en política las más apreciadas son las dos últimas.
4. Una imagen favorable se gana gracias a la acumulación de los pequeños buenos detalles. En otras palabras: el camino al cielo se recorre gracias a las pequeñas acciones. Hay que fijar objetivos concretos y alcanzables, y trabajar disciplinadamente para alcanzarlos.
5. La ley de la política es ser conocido. Por ello, el político debe aumentar sus relaciones y contactos con otros políticos, con los medios de comunicación, grupos de interés e intelectuales.
6. De la vista nace el amor. La gran mayoría de las decisiones se toman por los ojos. Maquiavelo decía:
Generalmente, los hombres juzgan por lo que ven y más bien se dejan llevar por lo que les entre por los ojos que por los otros sentidos… y pudiendo ver todos, pocos comprenden lo que ven.
7. Una buena reputación se gana usando el sentido común para acercarse a la gente, para tratar de resolver sus problemas, para visualizar el futuro y satisfacer las expectativas sociales.
8. Tanto importa la reputación que puede decirse, parafraseando al cardenal Richelieu, que hay quienes hacen más cosas con su solo nombre que otros con sus ejércitos.
9. Una buena imagen no puede ser comprada. Se pueden gastar millones en los medios de comunicación o pagar gacetillas y periodistas para construir una buena imagen. Sin embargo, la personalidad, las acciones y omisiones juegan un peso más importante.
10. La imagen de un político no es para siempre. Una imagen puede deteriorarse, no importa cuánto tiempo la cuide: en un momento de descuido puede desbaratarse. Muchos políticos han llegado al poder gracias a su buena imagen, pero una vez en la oficina, sus acciones e inmadurez han terminado por arruinarlos. Así, pues, para ser un buen político, hay que ser consecuente con el actuar y trascender el limbo de las campañas.
11. El político no debe quemarse por tan poco. Es decir: nunca cambiar su reputación por beneficios a corto plazo. Debe pensar sus acciones y compromisos. Puede llegar muy lejos, pero lo corto de miras limitará su progreso hacia el futuro.
12. La imagen se hace, no nace. Se requiere creación, manejo y control de una imagen pública. La imagen es producto de los estímulos recibidos a través de los sentidos, los cuales también incitan a actuar. Cualquiera puede mejorar su imagen: lo que necesita es el autoanálisis, la meditación y el propósito de mejorar.
13. La imagen es resultado. La imagen produce un juicio de valor en quien la concibe; la opinión del político se convertirá en su realidad. Puede ser una realidad ficticia, pero es lo que la gente ve o quiere ver. Si alguien quiere ser candidato a presidente, lo primero que debe parecer es presidente.
14. En política, la percepción es la realidad. La imagen es percepción que se convierte en la identidad y, con el tiempo, en la reputación. El político debe buscar ser percibido como una persona afectiva, carismática, confiable, ingeniosa, dinámica, enérgica, generosa, gentil, feliz, honrada, amable, modesta, optimista, capaz, letrada, culta, sensible y propositiva.
15. “Crea fama y échate a dormir”, dice el refrán popular. La reputación es la opinión de la gente sobre una persona o institución. De hecho, entre los políticos se carece de una reputación honorable, por lo que éstos se esforzarán para tener una buena imagen pública. El altruismo, la filantropía y las acciones caritativas son medios efectivos para construir una buena reputación.
16. Es inevitable tener una imagen. Todos tenemos una imagen: buena, mala o regular. Si la imagen es mala, hay que trabajar para mejorarla. Si es buena, luchar por conservarla. Si es regular, hay más tareas por emprender.
17. Los primeros siete segundos constituyen el momento crítico en el cual se causa la primera impresión, que es la que cuenta. Después será muy difícil hacer que la gente cambie de opinión. Por ello, en cualquier presentación pública hay que ganarse al auditorio en esos primeros momentos.
18. “Corazón mata cerebro”. La gente decide mayoritariamente basada en sentimientos. Sus emociones juegan un papel importante en la toma de decisiones. Es decir: la habilidad para tomar decisiones está gobernada más por las emociones que por la razón. En público, el político debe dar discursos emotivos que, seguramente, le redundarán buenos dividendos.
19. En consecuencia, las decisiones políticas las toma el corazón no la cabeza. La mente emocional decide y pone en acción al resto del organismo, sin detenerse a pensar en el qué y el porqué lo hace. Los seres humanos deciden 85% con sus sentimientos y sólo 15% con sus pensamientos.
20. “Al que madruga, Dios lo ayuda”. En los actos públicos, más que el último orador, el político debe ser uno de los primeros para asegurar que su mensaje sea bien recibido y atendido. Debe recordar que la gente escucha sin distracción los primeros siete minutos.
21. En política, las cosas son lo que parecen. La imagen cuenta más que la realidad. La imagen que los políticos proyectan puede ser su fortuna o su desgracia.
22. La imagen siempre es relativa. Como persona o amigo puede proyectarse una muy buena imagen, pero no como político. Por ello, debe realizar una auditoría de imagen. Si es necesario, acercarse a un consultor de imagen pública.
23. La imagen es dinámica. Una imagen deteriorada puede mejorarse y una buena imagen, deteriorarse. Si la reputación social del político no es buena, no hay que desanimarse: no hay peor lucha que la que no se hace.
24. Construir una imagen no es equivalente a falsear la realidad. En política, la percepción de las masas es muy importante. Por tanto, el político debe valorar su imagen como el bien más preciado que tiene, sin llegar al esnobismo.
25. La imagen está condicionada al contexto y la coyuntura. En un escenario, la imagen que el político posee será su mejor aliado, pero en otros puede ser su peor enemigo. La imagen pública no es el hombre entero, total, de carne y hueso, sino las dimensiones de su personalidad. Es, como decía Ortega y Gasset, él y sus circunstancias.
26. Una buena imagen se forma cuando se actúa con seguridad en sí mismo, cuando se transmite confianza y sentido de responsabilidad. Para convencer a otros, primero la persona debe estar convencida. Se tiene que predicar con el ejemplo y actuar en consecuencia.
27. Hay que definir con claridad los objetivos de la imagen pública que se quiere formar. Por ejemplo: la humildad y sencillez es bien vista por los electores. Un político también necesita carácter, transmitir sentido de responsabilidad, mesura y, sobre todo, honestidad. Una imagen basada en los más altos principios humanos, en el deseo de servir al prójimo, seguramente le redituará altos dividendos políticos.
28. Es conveniente usar la creatividad para generar una buena imagen pública. Las ideas deben ser útiles y pragmáticas. Crear una imagen es un proceso racional que demanda creatividad, conocimientos, sensibilidad, trabajo, disciplina y dinero.
29. La política es imagen y ésta se forma, en gran medida, por la propaganda. En la época actual, un político es más producto de la propaganda que del trabajo de base y de la labor comunitaria. Para difundir la obra, trayectoria e ideales, el político debe usar cuanto medio esté al alcance. No puede olvidar que la propaganda es el conjunto de técnicas y medios de comunicación social tendientes a influir con fines ideológicos en el comportamiento humano.
30. La propaganda moldea la percepción de la audiencia. Resulta preciso utilizarla en cada oportunidad, no importa que al político se le etiquete de protagónico.
31. Hay que ganarse a la opinión pública, pero sin cambiar radicalmente de postura. La política del gobierno de turno cuando es desacertada, más que beneficios, puede traer innumerables perjuicios.
Imagen y campañas
32. En cierto sentido, las campañas políticas en la época moderna no son sino guerras de percepción e imágenes y de mensajes propagandísticos.
33. El candidato representa la imagen del partido, es quien cumple o no con las expectativas de los ciudadanos y será elegido siempre y cuando emita la imagen que represente la satisfacción de las necesidades y esperanzas de los electores.
34. La imagen de los partidos políticos permea la de sus candidatos. Muchas veces, los resultados electorales son la cosecha de la mala o buena imagen que tiene la formación política que lo postula. Puede ser un buen candidato sin partido. En ocasiones, a un buen partido le falta candidato. Lo ideal es construir imágenes positivas del partido y del candidato.
35. La imagen de un partido en el poder irradia sobre la del candidato. De igual forma, la imagen del candidato de un partido generalmente se asocia con anteriores candidatos y servidores públicos. Si el antecesor goza de mala reputación, hay que promover el cambio, pero si es bien aceptado, se debe hablar de continuidad.
36. Muchos electores votan por la experiencia del pasado no por las promesas del futuro. Es decir: una imagen gubernamental deteriorada generará muchos votos de castigo por parte del elector. Si el político se cree castigado, debe ser paradigmático y fomentar una nueva época en las acciones políticas.
37. “Aunque la Mona se vista de seda, Mona se queda”. Una vez creada la mala reputación, la gente difícilmente creerá que puede cambiar la esencia del candidato. Sin embargo, la política del distanciamiento, la autocrítica y la ruptura algo pueden ayudar.
38. Para generar una buena imagen, un político debe tener control de sus impulsos, mantener la serenidad ante situaciones críticas, actuar siempre con objetividad y poseer una gran seguridad en sí mismo.
39. Un candidato debe transmitir la imagen de un buen líder, que inspira confianza y respeto, posee don de mando y capacidad de dirección.
40. Una característica primordial de un gran político es la capacidad de iniciativa, de pensar en el futuro; de promover innovaciones, tomar decisiones acertadas, resolver conflictos, inspirar confianza. Un político de vanguardia debe tener el valor de innovar.
41. Para obtener una buena imagen pública, el político debe actuar con optimismo, encontrando el lado positivo de todas las situaciones. El optimismo va de la mano con una actitud positiva que se traduce en alegría, gentileza y amabilidad para con los demás. Un político déspota y pesimista nunca será un buen político.
42. Para el político, la democracia implica tolerancia, diálogo y apertura. Quedó atrás la época en que la arrogancia, la altivez y el orgullo eran elementos indispensables en la personalidad de los políticos. Un político altivo y altanero terminará, más temprano que tarde, en el acantilado de la desgracia.
43. La imagen de un político se mide en la toma de decisiones. Debe ser consecuente en su acción, cumplido con lo pactado, respetuoso de los demás, discretos y justo en su accionar. Un buen político también debe tener don de mando, saber decidir basado en la razón, la justicia y la equidad.
44. Un buen político aprende a trabajar en equipo, fomenta la convivencia, reconoce y premia el esfuerzo particular. Un buen político escucha, impulsa, educa y aprende continuamente. Reconoce deficiencias y aprende de los demás. Está abierto a la crítica, reorienta sus acciones y actúa con responsabilidad.
45. No hay nada más dañino para la imagen de un político que los excesos. Hay que evitarlos siempre.
46. Un buen político mira el futuro y no pierde su mirada en el pasado.
47. La socioempatía y la imagen pública son hermanas gemelas. La empatía social es un compromiso bidireccional con el ciudadano; es el deseo de comprender sus necesidades y encontrar la respuesta más adecuada. La empatía implica una buena imagen de servicio y apoyo a la población.
48. Uno de los factores más importantes de todo candidato es proyectar credibilidad ante el elector. Debe preparar sus presentaciones públicas y hacerlas con naturalidad y profesionalismo. Debe mentalizar en que sí puede.
49. La imagen pública se constituye por el prestigio, fama, mitos, anécdotas y rumores que influyen en la opinión pública. De hecho, el político ya tiene una imagen. Por ello es necesario hacerle una evaluación para saber cómo la proyecta y así diseñar sus acciones futuras.
50. Un buen político evita en lo posible la demagogia. Se conduce con sencillez y humildad, evitando la prepotencia y la ostentación.
51. El elector vota de acuerdo con la imagen que percibe de los candidatos, los partidos y la política en sí. Cuatro virtudes se admiran más de un político: su lealtad, su honradez, su disciplina y su capacidad.
52. La imagen de la familia y el equipo de campaña del candidato también cuentan en la opinión de los electores. El político puede gozar de buena reputación, pero sus principales colaboradores pueden arruinar su campaña. Por ello, lo indicado es reclutar colaboradores honestos, confiables y que gocen de una aceptable reputación.
53. La imagen del político está sujeta a las debilidades y fortalezas humanas. Sin embargo, debe saber que las campañas duran poco tiempo, el cual debe aprovecharse para perfeccionar sus habilidades de comunicación interpersonal, mejorar la telegenia, afinar su voz, mejorar la habilidad para polemizar, aumentar la capacidad para resistir y responder a los ataques.
54. En política es mejor transmitir una imagen pública de retador que de defensor. Sin embargo, el estilo de retador no debe ser radical, sino más bien moderado. Durante las elecciónes de Candidatos para ocupar puestos de eleccion popular, por ejemplo, aparecen los retadores del sistema, los que reniegan de los viejos estilos de hacer política, lo que genera amplias simpatías.
55. Si el candidato está en la oposición, su papel debe ser de retador, de crítico, de ataque: resaltar necesidades de modo que los electores empiecen a pensar que el partido en el poder no ha sido efectivo. El objetivo es crear conciencia de la necesidad de cambio. Si su partido está en el gobierno, su discurso debe magnificar la obra, resaltar los logros, minimizar los errores y desaciertos, mostrar símbolos de poder, restar credibilidad a la oposición y advertir de los riesgos del cambio.
56. Siempre es recomendable trabajar las campañas y la imagen que se presente. En un municipio cosmopolita como hay muchos en un pais como Colombia, y que con poblaciones flotantes multiculturales, un aspirante debe contar siempre con un asesor de imagen pública, para estudiar a los electores, su cultura y la forma en que desean ver a su candidato. En algunos lugares un traje es una barrera de comunicación, pero en otros un sombrero provoca simpatías.
57. En la medida en que las personas acepten la imagen de un candidato, estarán dispuestas a escuchar sus propuestas y, eventualmente, a dar el voto en su favor.
**Colaboración especial de: Andrés Valdez Zepeda. --

lunes, 3 de agosto de 2009

LA PLANEACION ES BIENESTAR

A lo largo de mi vida me he dado cuenta de algo muy importante, la planeación.

La planeación es muchas veces sinónimos de bienestar, aunque con sus reservas ya que en ocasiones te puede convertir en una persona obsesiva y soñadora, lo cual en muchos otros casos genera un efecto contrario al bienestar.

¡Claro está! Muchos sabemos la importancia de la planeación, pero ¿cuántos sabemos hacer una buena planeación?, con esta última pregunta podrán venir otras muy importantes como el ¿qué define una buena planeación? A mí parecer esta última pregunta se contesta con el título de esta entrada y nuestro primer párrafo. Donde se plantea que una buena planeación es aquella con la que un gobernante capaz puede obtener bienestar para su pueblo, claro está, la planeación es personal y colectiva, ya que cada gobernante analizará si planea para él la riqueza, o en su defecto si le dará bienestar a su comunidad.

Hay un viejo proverbio que reza que "los pueblos tienen los gobernantes que se merecen".


El pavo y el toro

Un pavo estaba hablando con un toro: "Me gustaría poder treparme al tope de ese árbol, pero no tengo energías" decía. Bien, ¿por qué no pruebas un poco de mi mierda?, Dijo el toro. Está llena de nutrientes.

El pavo probo un poco de la mierda, y noto que realmente le dio suficiente fuerza para alcanzar la primera rama del árbol. Al siguiente día, después de comer otro poco de mierda, alcanzo la segunda rama. Finalmente, después de dos semanas, el estaba orgullosamente trepado en el tope del árbol.

Más tarde, sin embargo, el pavo fue repentinamente tumbado del árbol por un campesino, que le disparo.

Moraleja: Puedes llegar al tope a base de pura mierda, pero ella no te mantendrá ahí.

Colombia es el país con más desplazados internos en el mundo

Una de cada 97 personas en el mundo, o lo que es lo mismo, el 1 por ciento de la población mundial, se ha visto obligada a abandonar ...