domingo, 15 de febrero de 2009

LA SOCIEDAD QUE TENEMOS.


La historia bíblica cuenta que todos los ríos van al mar y sin embargo este no se llena, un ciclo de la naturaleza tan simple y corriente que tiene el planeta para regularse el mismo contra todo lo que lo ataca. Esta metamorfosis es igual a la que los hombres del común ven como les pasa la vida, tan parecida a la de la novela Cien Años de Soledad, la de nuestro Nobel Gabriel García Márquez; pero con la única diferencia que el hombre jamás evapora sus miedos y no siente como necesidad de mejorar sus condiciones de vida ni la de los suyos. Somos un pueblo bacán; lleno de alegorías e ilusiones, es decir, somos pura pachanga.

Esta diferencia consiste básicamente en que el ser humano por naturaleza siempre es individualista y su parte colectiva solo se presenta cuando su “interés” se ve vulnerado por una necesidad, ya sea económica o que toca contra sus mismos intereses. Pensar tal vez no sea un medio idóneo en esta sociedad, pero estoy seguro que cuando se hace con responsabilidad lo que se espera de nosotros; los ciudadanos del común y silvestre es que hagamos algo por ellos; nuestros hermanos de convivencia, que merecen toda nuestra atención y solidaridad.

Es difícil entonces tratar de entender a algunos ciudadanos se molestan cuando alguien tiene una opinión o algo que decir, y creen que el solo hecho de escribir solo les es dado a algunos que se consideran intelectuales.

En el Fin y los Medios”-si, ese, el de Aldous Huxley esta figura la del novelista indisputablemente más inteligente de nuestro tiempo; cuando en su magistral y brillante obra dice: “en lo que respecta a la meta, repito, ha habido desde hace tiempo consenso general. Sabemos de qué clase de sociedad nos agradaría formar parte, y qué clase de hombres y mujeres nos gustaría ser. Pero cuando se trata de resolver como alcanzar la meta, se desencadena una Babel de opiniones contradictorias. Quot homines, tot sententiae. En lo que se refiere a los fines, la afirmación es falsa; con respecto a los medios, es casi cierta. Cada cual tiene sus propias medicinas con garantía de curar cuanta enfermedad tenga la humanidad; y en muchos casos, resulta tan apasionado el convencimiento en la eficacia de las panaceas, que los hombres están dispuestos a matar y a morir por ellas”.

Ñapa: Los hombres que valen la pena cruzan el mar de la vida nadando. Los demás se contentan con bañarse en la orilla. (Anónimo).
HUSLEY, Aldous, el fin y los medios, capítulo II, pág., 17, editorial Hermes, primera edición 1919, México.

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