No se explica que a una mujer moribunda antes de prestarle el auxilio se le
pregunte "Señora, ¿usted tiene seguro?" y se le lleve, no a la clínica más
cercana con los mejores recursos para salvarle la vida sino a uno de los
morideros de pobres, que son los lugares a dónde se lleva a los ciudadanos que
no pueden darse el lujo de pagar por un derecho.
Es verdad que vivimos en una economía de mierda en la que el ser humano
pierde todo su valor para ser cliente, y en el caso de la salud en Colombia el
cliente nunca tiene la razón. Tenemos constitucionalmente el derecho a la vida,
es decir tenemos el derecho a la salud, porque sin salud se ve amenazada la
vida, en consecuencia el derecho a la salud es un derecho constitucional por
conexión directa al derecho a la vida.
El caso de Rosa Elvira
Cely se ha convertido en uno emblemático en el que los medios
nacionales se han visto desbordados por los twiterazos de sus lectores y se
vieron obligados a tomar posición. Rosa Elvira es solo de muchos casos de
feminicidio[1] que se suceden al año en Colombia (solo en
esta semana son varias las notas de prensa sobre otras vulneraciones; violencia
intrafamiliar, violaciones, exclusión a lesbianas), una situación que a pesar de
lo grave que es ni siquiera ha merecido que los académicos de la lengua se tomen
la molestia en definirla para que figure en el diccionario.
Tanta violencia como
la perpetrada a Rosa Elvira Cely, quien fuera brutalmente violada, asfixiada,
golpeada, apuñalada, sodomizada, empalada, torturada y arrojada a una zanja, nos
demuestran que muchas personas viven en un estado emocional deplorable, con el
agravante de que si no cambian sus emociones no cambia su actuar.
Y si a todo esto agregamos como agravante la indiferencia de la sociedad ante
los constantes crímenes atroces en contra de las mujeres y otros grupos de seres
humanos, no podremos avanzar jamás hacia una convivencia pacífica y
respetuosa.
LA INDIFERENCIA: TAN PELIGROSA Y MORTAL COMO EL
CRIMEN MISMO
Para muchos humanos la indiferencia es el motor emocional de
sus acciones. Con esta emoción la persona no siente inclinación ni rechazo hacia
otro ser humano. Al mostrarse indiferente, el sujeto se vuelve apático hacia
este. Debería ser vista como un problema social, pues la persona se siente
insensible o fría como si tuviera las emociones o los sentimientos anestesiados,
por ello, no pueden mostrar respeto ni solidaridad, como tampoco interés en las
creencias y motivaciones de las otras personas ante quienes emerge la
indiferencia, pues, en última instancia, se hace una negación del ser.
En la indiferencia se suele mostrar frialdad y/o displicencia por las ideas,
emociones y acciones expresadas por las personas ante quienes emerge esta
emoción. Se siente desagrado o indiferencia en el trato y desaliento ante la
posibilidad de la realización de una acción conjunta, por dudar de su bondad o
de su éxito. Ante la persona que logra que emerja en nosotros la emoción de la
indiferencia, surge aquello que conocemos como la “falta de calor humano”, dado
que despierta en el ser desinterés, apatía, desapego y desamor.
En la emoción de la indiferencia el otro no es un auténtico otro; simplemente
no existe para nosotros porque nuestro cerebro no logra ubicarlo en cuanto no
evidencia en él recuerdos que le ubiquen como alguien a quien amar o
rechazar.
La indiferencia es la más peligrosa de las emociones pues afecta la
construcción de la convivencia en la emoción, porque cuando los otros seres nos
son indiferentes, ellos “no existen” como seres reales con quienes se pueda
construir.
Lo peligroso está en que somos una cultura en la que la indiferencia frente
al dolor humano y las necesidades del otro, es vivida por una enorme mayoría de
seres humanos.
Las mujeres y los maestros que continuamos su labor educativa podemos
transformar la realidad, lograr que los niños y niñas descubran a todos los
otros como auténticos otros; solo así será posible la convivencia solidaria y
democrática.
Necesitamos mucho más amor. Quienes fuimos educados en el amor y podemos
expresarlo tenemos que seguir trabajando para que el amor se aprenda, se viva y
se enseñe. Solo en el amor la vida del otro es tan importante como la propia
vida.