miércoles, 3 de octubre de 2018

Matando a los niñ@s


Es triste, y cada vez más preocupante, la inusitada frecuencia con que tenemos que registrar actos brutales contra los niños, como el sucedido en Fundación, Magdalena, donde la menor Génesis Rúa, de solo 9 años de edad, según las autoridades, fue ahorcada y luego incinerada. Un hecho aberrante y lleno de sevicia que inevitablemente trae a la memoria el caso de Yuliana Samboní, la pequeña de 7 años asesinada en 2016 por Rafael Uribe Noguera.

Pero ese crimen o el de Fundación ahora –cometido al parecer por Adolfo Arrieta García, que cumplió condena por lesiones personales y es visto como violento en su hogar– o los 475 contra niños que, según Medicina Legal, ha habido este año solo hasta agosto envían mensajes sobre qué tipo de sociedad somos. Y el panorama es muy gris.

“Esta es una sociedad enferma; no reconocemos la violencia y justificamos muchas acciones de violencia, como si fueran naturales. Hay una crisis de valores que se refleja en el ataque a los niños”, sentenció en días pasados el director del Instituto de Medicina Legal, Carlos Valdés.

Tal apreciación razonable la hace basado en datos tan alarmantes como el de que en el país, este año se han registrado dos homicidios de menores de edad cada día. En el 2017 perdieron la vida en hechos violentos 775. Esto por no mencionar lo que sucede en materia de violencia sexual. De los 17.574 casos de presuntos delitos sexuales reportados en el 2018, en 15.048 la víctima era menor de 18 años. Datos estos que deberían alarmar y preocupar a la sociedad, y en especial a las autoridades.
Es vital establecer cuáles son las causas de carácter estructural que están fomentando tal nivel de barbarie contra niños y niñas.
·        Un panorama así obliga a que la discusión vaya más allá de la sanción penal a los agresores, que por supuesto debe darse y tiene que ser severa y ejemplarizante. Pero es hora de decir que es un error centrar toda la atención en este campo. Como en tantos otros terrenos, lo realmente efectivo en materia disuasoria es que exista la noción de que la justicia sí actúa, es rápida y eficaz, independientemente del monto de las penas. Y prevenir, proteger, detectar a tiempo los signos de peligro.

Por ahora es mucho más crítico establecer cuáles son esas causas de carácter estructural que están fomentando tal nivel de barbarie, sobre todo contra niños y niñas. Indagar por todo aquello que ayuda a que los menores estén así de desprotegidos, a merced de sicópatas. 
Y urge una mirada transversal e integral que toque la justicia, claro, pero también la salud mental, los arquetipos que hoy se imponen; incluso, campos como el urbanismo y el consumo cultural.

¿Qué está pasando en la cultura? ¿Dónde se esconden esos estímulos que desencadenan esas conductas tan bárbaras en los agresores? ¿Qué comportamientos que alimentan esa violencia latente siguen viéndose hoy como naturales y normales, tal y como se pregunta el doctor Valdés? 
¿Qué puede hacer el Estado para llegar hasta las esferas más privadas, en donde hoy –y quién sabe desde cuándo– están instalados y causando irreversibles daños estos patrones de maltrato?

Todas estas son preguntas que hay que comenzar a responder ya para pasar a la acción de inmediato. No es de ninguna manera normal ni tolerable lo que está pasando en esta sociedad con sus niños y niñas. Que quede muy claro, y que no se siga repitiendo.

editorial@eltiempo.com


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