lunes, 10 de septiembre de 2012

¿Cómo se roban unas elecciones en Colombia?


En este país, los muertos caminan a las urnas, se cambian votos por gallinas y los buses no funcionan el día de las elecciones. Aunque no es una práctica generalizada, el fraude electoral amenaza la salud de nuestra, ya de por sí frágil, democracia.

Un día salimos a votar al parque o a la plaza. Pedimos el tarjetón, nos encerramos en el modulito de cartón al que el viento está siempre por llevarse, y vemos la fila de nombres, logos, colores y las fotos de aquellos maravillosos prohombres que dirigirán nuestros destinos y tomarán decisiones por nosotros. Una vez elegidos, esos rostros podrán prohibir que llevemos un porro en el bolsillo o que una pareja de homosexuales adopte un niño. Podrán declarar la guerra, hacia adentro o hacia afuera. Podrán hacer muchas cosas esos hombrecitos.

Pocos sabemos de cómo llegan esos hombrecitos ahí. Pero nos han dicho que debemos votar por ellos, que es nuestro deber y nuestro derecho, como es el deber de ellos explicarnos qué van a hacer cuando depositen el 20 de Julio sus honorables derrieres sobre los cojines del Congreso Nacional o, en el caso del señor presidenciable, en la Casa de Nariño.

Hablamos con observadores electorales y con autores de informes profundos producidos este semestre por dos organizaciones de peso internacional: la Misión de Observación Electoral y Global Exchange. Ambas se echaron al hombro varios departamentos de este país. Fueron, hablaron con la gente e hicieron preguntas, solo para llegar a la misma y lamentable conclusión: en este país se roban las elecciones. Pero no se las roban como se roba un ladrón un banco, no.
¿Entonces?

En Colombia, las decisiones no se toman: se venden
Un día de elecciones el dueño de una tienda en un municipio de Sucre sale a subastar su voto. Horas después, regresa a su casa con una tercera parte del salario mínimo. Es lucrativo votar en este departamento, hasta hace poco balneario paramilitar: 200 mil pesos recibe el hombre, de manos de alguno de los tipos oscuros que esperan en la esquina a que regrese con el comprobante del sufragio.

Aquí, aunque decimos que el voto es secreto, las mafias electorales se las han ingeniado para garantizar que se vote por el candidato del día. Algunos entregan papel carbón a su gente y le dicen “Me marcan y me traen el papelito de vuelta para cerciorarnos”, como un recibito de caja menor. Otros, aprovechando el boom de los celulares multimedia, se ahorran el trabajo: “Tómele no más una fotico con el celular antes de meter el tarjetón dentro de la urna y luego me la muestra”.
En Colombia, un voto vale menos que una hamburguesa

Según lo ha observado este semestre la Misión de Observación Electoral, en Arauca el voto sale a 100 mil pesos. En el Guaviare, se paga la mitad. En Barranquilla, a 43, con transporte incluido, mientras en Antioquia se puede sacar por cuarenta. En Cartagena, donde parecen estar botados, sale a 30, pero nunca tan económico como en Risaralda: a 25. Baratico el voto, ¿no? Al mismo precio de una hamburguesa grande de El Corral.

En Colombia ya aplica el TLC

En los días cercanos a las elecciones al Congreso, en marzo pasado, ocurrió un fenómeno que, como el Niño, viene por épocas y claramente se puede explicar: en varios municipios del país los materiales de construcción escasearon en tiendas y depósitos locales. Se los llevaron los proxenetas del voto local: aquellos sujetos que, pagados por equis o ye candidato, son enviados a los barrios a prometer alguito a sus habitantes para mejorar sus casitas medio construidas, a punto de caer o a las que no les sobraría una que otra remodelada. Tejas, ladrillos y cemento: el popular TLC. El famoso intercambio que ya funciona en Colombia.

En Colombia los votos también se cambian por tamales
• Y por gallinas para el sancocho

• Y por el sancocho

• Y por una botellita de ron o whiskey


• Y por una buena parranda vallenata

 En Colombia los votos terminan en bolsas negras
Cada elección se repite la misma imagen: bolsas negras en el basurero cercano al municipio, y adentro, los tarjetones marcados con los votos de tantos colombianos que estaban convencidos que, por alguna razón, valía la pena salir a votar ese día. ¿Quién se deshizo de ellos? Un jurado de votación, un funcionario de la Registraduría, un fulanito cuya conciencia también fue comprada por sobornos tradicionales. Como un cañón en la cabeza.

En Colombia reina el “carrusel”
Pero los votos no solo se botan. Cuando se ha comprado el voto, muchos mafiosos electorales envían al elector a las urnas con un tarjetón ya marcado. El hombre entra al sitio de votación, recibe el tarjetón en blanco, deposita en la urna el voto marcado y luego regresa a donde el proxeneta con la papeleta en blanco, lista para ser marcada por el cacique de la zona para que luego pueda ser entregada al siguiente votante. A esta práctica le tienen nombre: carrusel.

En Colombia los tarjetones no se doblan


En muchas mesas electorales el asunto es más descarado: se cuentan votos que, contrario a lo que dicta la regla, nunca fueron doblados. Los tarjetones, lisos, demuestran cómo salieron directo de las cajas para ser contados.
En Colombia los muertos también votan

Según reconoció Carlos Ariel Sánchez, Registrador Nacional, en Colombia hay un millón de registros de defunción que no han sido actualizados en el registro electoral. Es decir, un millón de muertos aún aparecen habilitados para votar. Las cédulas de los difuntos, junto a las falsas y las de los presos, conforman el mercado de cédulas que aparecen como por arte de magia en plena jornada electoral.
En Colombia el subsidio no es una ayuda: es un chantaje

¿Cuál historia quieren leer primero? ¿La de los políticos que llegaron a un pueblo a decir que si las familias no los apoyaban los niños perderían los cupos escolares? ¿O la de los alcaldes y demás que le aseguraron a unas madres que, de no votar por el partido de la U, perderían los subsidios para alimentación y educación que reciben sus hijos?
Un reciente informe del portal de noticias electorales Vote Bien, en alianza con la revista Semana, denunció que dos candidatos al Congreso por el partido Cambio Radical se pasearon por el municipio de Soledad, Atlántico, y en un colegio convocaron a los padres de familia para exigirles que consiguieran, según el estudiante, un número determinado votos para su partido. De lo contrario, perderían los cupitos.

Así mismo, los observadores encontraron en varias regiones que las mismas madres cabeza de hogar que reciben ayuda de alimentación y educación para sus hijos por parte de uno de los programas bandera del gobierno Uribe, Familias en Acción, estaban siendo presionadas para apoyar al candidato de la U. Denunciado primero por Noticias Uno, Global Exchange publicará un informe completo sobre el caso en las próximas semanas.
En Colombia los votantes son arriados a las urnas

En los pueblos y municipios de Colombia, en muchos rincones y veredas, hay un señor que mueve y deja de mover a la gente. Es el hombre de los buses y los colectivos, el que administra el transporte de la gente. Al que llaman y dicen: “Me hace el favor y le pone los avisos a los carros y solo me transporta a la gente si van a votar por fulano”.

Pasó en Córdoba, que un candidato mandó a alquilar la totalidad de los buses del pueblo. No hubo manera de llegar a los puestos de votación sin ser invitado por el “candidato benevolente”, cuyos afiches en todos los espacios del bus, les sugería con sutileza a los votantes por quién debía ser el voto aquella jornada.
El voto libre y consciente.

Juan Camilo Maldonado | Shock.com.co

 

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