
La verdadera nobleza es la humildad, es la ayuda desinteresada, es callar la boca antes de ofender, el aceptar a las personas por lo que son, y no por lo que uno quiere que sean.
La nobleza no requiere de coronas de oro y grandes castillos, sino de un corazón puro y de buenas intenciones.
Reconocer con gusto los aciertos ajenos y errores propios.
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