lunes, 16 de mayo de 2011

CUANDO DESDE LOS BARRIOS DISPARAN


Luis Pérez Gutierrez

El martes 10 de mayo de 2011, todos los noticieros nacionales e internacionales pasaron un video en directo donde un grupo de jóvenes armados se enfrentó a la policía con armas de fuego en el barrio El Limonar de Medellín. Esta noticia de espanto se regó por todos los canales de tv del mundo y se volvió un video de consulta permanente en youtube. Durante cinco horas, hubo fuego de lado. Al final, los jóvenes armados se fueron desapareciendo y quedó una mujer muerta y varios civiles heridos. Parecía una película salida de la imaginación de algún escritor de terror.

De nuevo, el lunes 9 de mayo de 2011, similares balaceras ocurrieron en las comunas 8 y 9 de Medellín, donde pandillas se enfrentaron a la Fuerza Pública. Esta asonada dejó un muerto y dos heridos. Son videos que muestran la ciudad como un territorio de guerra.

Y así, estos hechos que arrinconan a la ciudadanía y violan los derechos humanos de los ciudadanos, se han vuelto cotidianos y parecen un deporte entre pandillas y autoridades, pues son de nunca terminar y nunca se observa un triunfo nítido de las fuerzas del orden.

Que mal le hacen a la ciudad estos sucesos violentos empaquetados en videos, para que en todo el mundo se legitime la imagen de Medellín como un territorio de guerra donde no hay sino bandidos en cada esquina. Y peor aún, se da la idea de que en la ciudad no hay autoridad capaz de doblegar la ilegalidad. Así, la imagen de la ciudad se deteriora aceleradamente y los inversionistas y turistas serán cada vez más escasos y más pobres.

Además, una ciudad donde prospera la impunidad y donde ocurren hechos tan sensacionales de balaceras que terminan en empate entre bandidos y autoridades, se vuelve atractiva para que más y más delincuentes se vengan a vivir a ella.

En EEUU y en los países desarrollados, cuando unos bandidos agreden a las autoridades, llegan policías y refuerzos de todos los frentes, se alertan las sirenas, llegan helicópteros de seguridad, y las fuerzas del orden no dejan de actuar hasta que se capturen a todos los delincuentes. Rodean la zona donde están los agresores y así se demoren días completos, la autoridad no se va hasta que no haya un triunfo certero sobre la delincuencia.

Aquí no se actúa con tal rigurosidad contra la delincuencia. Aquí se ha vuelto un deporte ver enfrentamientos armados entre bandidos barriales y las fuerzas del orden. Cuando se cansan las bandas de disparar se dispersan y la policía vuelve a su vida normal.

Esto no puede seguir así. En cualquier barrio de la ciudad donde los ilegales desafíen a las autoridades, deben acudir todas las fuerzas de seguridad del estado a poner orden y autoridad, hasta que se detenga a los agresores. Hay que rodear el área y no volver a salir de allí hasta que triunfe el estado y la legalidad.

Permitir que las bandas enfrenten a las autoridades y que luego se dispersen, y que sin capturar a los responsables se diga que la situación está controlada, es una derrota para la legalidad y una vergüenza para las autoridades que responden por el orden público. Si no hay temor por las autoridades, crece la delincuencia. La impunidad les da más valor a los criminales.

El artículo 315 de la constitución le adjudica al Alcalde la competencia de “…Conservar el orden público en el municipio... El alcalde es la primera autoridad de policía del municipio. La Policía Nacional cumplirá con prontitud y diligencia las órdenes que le imparta el alcalde por conducto del respectivo comandante...”

Parece que el Estado no está preparado para enfrentar las bandas criminales urbanas. Ni mucho menos para minar la brutal carga de armamento que tienen los ilegales para aparecer fuertes y desafiantes.

Según el ViceMinisterio de Defensa, en Colombia hay cerca de 1.3 millones de armas legales y cerca de 3 millones de armas ilegales. Son cifras aterradoras que muestran, durante años, la laxitud de las autoridades para dejar armar a los civiles y a los delincuentes. En promedio, en una de cada dos familias hay un arma. Tres veces más armas ilegales que las legales, es un mensaje de que si el estado no actúa, Colombia tendrá paz para nunca. Si se sigue permitiendo esa salvaje complacencia de ciudadanos con las armas, no habrá autoridad que recupere el orden en las ciudades.

Malo para Medellín la imagen de combates entre bandas y policía con tanta frecuencia. Malo para el futuro de la ciudad que bandas enfrenten a la policía, y que la policía se devuelva como si nada. Vale repetir, ante cada agresión de una banda a la policía debería acordonarse toda la zona, y acudir todo el ejército y la fuerza aérea y demás organismos de seguridad del estado hasta que dobleguen a todos los ilegales que perturban el orden público. Hay que mostrar el éxito de nuestras fuerzas de seguridad o sino tendremos bandidos por siempre.

No doblegar de inmediato a los ilegales, es una derrota para el Estado, es una vergüenza para los organismos de seguridad, es dejar la sensación que los bandidos son superiores a las autoridades. Así estamos creando la ciudad del pánico y la ciudad del miedo con ciudadanos arrinconados por los ilegales.

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