EL presidente Uribe y su séquito, no se resignan a perder el poder. Disparan a diestra y siniestra, torpedean y definitivamente quieren entorpecer la acción del nuevo mandatario, que dicho sea, trata de enderezar lo que se torció durante los últimos 4 años.
Sería necio desconocer lo alcanzado por Uribe en su primer mandato, pero también, vendarse los ojos ante el desgobierno durante el segundo período, dedicado única y exclusivamente a reelegirse y dejando a los ratones hacer fiesta. Por ello viene de tropiezo en tropiezo. Perdió su segunda reelección, perdió en la designación de sucesor -Uribito- y pierde ahora, porque Santos, tiene carácter, prudencia, preparación, roce, capacidad e idoneidad, para preparar el desmonte de lo actuado mal, y la configuración de un gobierno que elimine “encrucijadas del alma”.
Son ya demasiados los torpedos que le ha lanzado. Una pelea con Venezuela, con argumentos añejos, para descubrir lo que el mundo entero sabía; proyecto para cambiar inconsultamente la elección del Fiscal; descalificación de nombramientos de ministros tan brillantes como Rodrigo Rivera y Germán Vargas Lleras; oposición a la recuperación de los ministerios que fracasaron al agruparlos; lanzamiento, desde ya del sucesor de Santos -Óscar Iván Zuluaga- cuando apenas empieza y que tiene derecho a reelección; dicen que la configuración de la nueva cúpula militar se la entregó como hecho cumplido; la olla raspada que deja al comprometer vigencias presupuestales futuras; la manera de conformar cuadros que buscan emisoras para despotricar de las actuaciones de su sucesor; el apresuramiento en la adjudicación de contratos, especialmente de obras públicas.
Cuando aún nos faltan 8 extra-largos días, será mucho lo que habrá para ver. Por lo pronto, el nuevo Jefe, Juan Manuel Santos, ha demostrado la madurez que necesita un Presidente. Ha designado un “gabinete admirable”, con lo cual asegura un cambio de estilo. Se rodea de presidenciables, no de amanuenses o conserjes.
Proyecta desde ya, un mandato consensuado, de verdadera unidad nacional, sin guantes de boxeo, sin bilirrubina, sin odio, sin injusticia, sin politiquería, sin egoísmo, sin favoritismo, sin negociados, sin porcentajes engañosos, sin escándalos para tapar escándalos.
Estamos en la antesala de un gobierno, que no será obsecuente con lo que había y que no será el cuidandero, no de “tres huevitos”, sino de la huevera que le querían imponer como manual de vuelo, quienes tradicionalmente consideran que no hay nada mejor que sus propias ideas y maneras de actuar.
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