lunes, 30 de noviembre de 2009

Voto de opinión VS. Voto de castigo: ¿Cuál primará en marzo?


ESCENARIOS Y ARGUMENTOS
Voto de opinión VS. Voto de castigo: ¿Cuál primará en marzo?


Con un Parlamento tan desprestigiado y sumido en escándalos de todo tipo, muchos analistas apuestan a que la ciudadanía utilizará las urnas para protestar por esa crisis sin precedentes. La incógnita está en cómo: abstención, voto en blanco, voto de opinión o voto de castigo. Análisis a las dos últimas opciones.

DE OPINIÓN

1. ¿QUÉ ES Y CÓMO SE DEFINE?

Esta clase de fenómeno electoral se caracteriza por votaciones significativas a favor de determinados candidatos que se distinguen no sólo por diferenciarse de la clase política tradicional (sin que necesariamente tengan que ser independientes o ajenos a los partidos históricos o ya establecidos) sino porque sus posturas y ejecutorias les han labrado una imagen y posicionamiento singular y reconocido ante la opinión pública. El voto de opinión es un manifestación electoral muy marcada, donde prima el criterio personal más que el colectivo o aquel que trata de dirigirse a través de campañas mediáticas y publicitarias o de las maniobras de ‘voto amarrado’ propias de las maquinarias y las clientelas políticas. La intención ciudadana es la de exaltar la necesidad de cambios y renovación de líderes. El voto de opinión tiene como característica intrínseca que se considera como tal cuando es exitoso, distinto al independiente que se valida aún si no da para alcanzar para conquistar escaños o cargos.

2. ¿ALGUNOS EJEMPLOS RECIENTES?

Es muy difícil trazar una línea que separe abiertamente el voto de opinión de uno motivado por el origen, fidelidad o maquinaria partidista. Por eso más que hablar de voto de opinión se puede hablar de candidato de opinión. Así se pueden mencionar casos como los de Antanas Mockus en su primera llegada a la Alcaldía de Bogotá en 1995. O la elección a la Cámara de Representantes de la periodista María Isabel Rueda en 1998. Votaciones como las de Luis Eduardo Garzón o el mismo Enrique Peñalosa o Juan Camilo Restrepo, caben en este nicho. En el actual Congreso muchos identifican las votaciones de parlamentarios como Gina Parody, Rodrigo Lara Restrepo, Juan Manuel Galán, Gustavo Petro o Martha Lucía Ramírez, como producto más del voto de opinión que del arrastre de sus partidos y las maquinarias de éstos. Ahora también son múltiples los casos de candidatos, de trayectoria pública conocida, que se autodenominan “de opinión” pero que sufren estruendosos fracasos en las urnas.

3. ¿QUÉ PUEDE PASAR EN ELECCIONES DE CONGRESO?

Los analistas proyectan cuatro escenarios, no necesariamente contradictorios entre ellos. Primero, es claro que escándalos como el de la parapolítica demolieron la ya crítica imagen del Congreso y la opinión pública reflejará su indignación e inconformismo en las urnas. Segundo, los partidos políticos son conscientes de ello y por eso están apostando por encabezar sus listas no con caciques ni aspirantes con votaciones altas probadas, sino por dirigentes con buena imagen pública, que den la sensación de trayectoria limpia, sin tachas ni referentes de escándalos. Tercero, estando vigente de Ley de Bancadas es claro que el término “candidatos independientes” tiende a ser muy relativo, pues el partido es el dueño de las curules. Y cuarto, salvo listas como las de Sergio Fajardo o Verde Opción-Centro, por ejemplo, hasta el momento no se ha escuchado a ningún otro partido anunciar públicamente que vetará sin excepciones las aspiraciones de familiares o socios de ex parlamentarios investigados por parapolítica y otros delitos. Se puede dar, entonces, un fenómeno de fachada, es decir candidatos cuestionados detrás de una lista encabezada por un candidato de opinión. En ese orden, hablar de que en los comicios para Congreso en marzo próximo el voto de opinión ganará terreno es muy arriesgado, más aún porque la mayoría de los partidos no han definido sus listas y quienes las encabezarán. Eso sí, es claro que algunas gestiones parlamentarias serán premiadas en las urnas. Pero, por ahora, todo es incierto.

DE CASTIGO

1. ¿QUÉ ES Y CÓMO SE DEFINE?

Se habla de voto de castigo cuando un candidato que no figura en las encuestas o no tiene trayectoria política reconocida, gana sorpresivamente en las urnas. Se entiende que en estos casos la ciudadanía quiere evidenciar su protesta, pero no por la vía de la abstención, el voto en blanco o el voto de opinión, sino votando conscientemente por aquel que menos se espera, el que menos pergaminos, trayectoria o seriedad política tiene o aquel que por sus posturas extremas, estrambóticas, sensibleras, amarillistas o escandalosas logra cierta notoriedad pública. En otras palabras, no es un voto a favor de alguien sino en contra de los demás.

2. ¿ALGUNOS EJEMPLOS RECIENTES?

Sin duda alguna el caso insignia del voto de castigo se dio en las elecciones al Concejo de Bogotá en octubre del año 2000, cuando un humilde embolador, Luis Eduardo Díaz, cuya foto ni siquiera apareció en el tarjetón, logró más de 18 mil votos y alcanzó una curul en el Legislativo capitalino. Fue claro que el eco de la prensa a su candidatura, el hecho sui generis de no tener foto en el tarjetón porque el celador de la Registraduría Distrital no le creyó que fuera aspirante, su particular forma de hablar y oficio, caló en muchos bogotanos que le dieron su voto, la mayoría como una forma de protestar contra la política y los políticos en Bogotá. Hay otros casos de artistas, deportistas y personas ajenas a la política tradicional que se lanzan intempestivamente a cargos de elección popular, y en donde es claro que su triunfo en las urnas se debe más al voto protesta que al convencimiento ciudadano de sus propuestas e ideas.

3. ¿QUÉ PUEDE PASAR EN LAS ELECCIONES DE CONGRESO?

El voto castigo necesita indefectiblemente para concretarse de dos elementos. Primero, que el personaje en cuestión y su singular historia o propuestas tengan eco mediático suficiente. Y segundo, que, para el caso del Congreso, pueda conseguir un partido o movimiento político que acepte enrolarlo, puesto que campañas individuales o con partidos poco conocidos pocas veces logran pasar el umbral electoral y entrar en la repartición de las curules, sobre todo en Senado ya que para Cámara es más viable. Por ahora, como la mayoría de los partidos resultaron salpicados por escándalos, apresamientos y renuncias, no se puede identificar a un candidato tipo que encaje con el perfil del voto de castigo. Faltando un poco más de tres meses para las elecciones, será más difícil que aparezca a menos que protagonice un hecho de alto impacto público. Sin embargo, con un Congreso tan desprestigiado y la indignación pública creciente todo puede pasar.

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