lunes, 1 de octubre de 2012

EDUCAR PARA LA PAZ

Luis Pérez Gutiérrez
Tantos triunfos sobre los violentos, y nada que disminuyen la violencia. Cada vez que se saca a un actor de violencia, como por arte de magia aparece otro u otros. A Capo muerto, siempre capo puesto. Se necesita algo más.
Hay que educar para la paz.
 
Para la paz es imprescindible darle nuevos paradigmas a la educación. Así como a la economía se le gastan grandes y modernas energías y se ensayan nuevos y novedosos modelos; así también debería ser para la educación.
La educación de nuestros niños no es satisfactoria. El modelo de nuestras escuelas se concibió y se diseñó hace 200 años para las épocas de la revolución industrial y son muy pocos los cambios. Cuando nació la educación obligatoria y gratuita, en el Despotismo Ilustrado, hace 200 años, el objetivo era hacer gente dócil, obediente y dispuesta para la guerra. La educación buscaba construir súbditos del sistema. Y mucho de eso conservamos.
 
Los estudiantes de todas las generaciones coinciden en que muy poco de lo que les pasa en la educación es importante. Todas las escuelas tienen muros. Son espacios de tedio y aburrimiento. Parecen parqueaderos de niños y niñas. Los lunes son una señal cruel para los estudiantes que vuelven obligados a la escuela. El aprendizaje se basa en la repetición de una única respuesta, atemorizando a la imaginación. La respuesta es solo una, la del maestro, las demás pasan por ridículas. Aprender se ha vuelto un proceso fastidioso. La educación tiene su esencia en la respuesta obligada y no en la preponderancia de la pregunta y la duda que tenga el estudiante.
De otro lado, La educación no enseña a hacer, la capacidad funcional de los jóvenes se paraliza. Lo más fácil y económico son las teorías. Aristóteles decía que lo que tenemos que aprender, lo aprendemos haciendo. Desde el punto de vista funcional un bachiller es un inútil., todo es memoria, repetición, homogenización de seres humanos.
Se educa para que se repita la historia. El peor error de la educación es buscar que los jóvenes se parezcan a los viejos, que los jóvenes se parezcan a sus padres.
Los educadores conocen muy bien sus temas, pero no conocen a los niños, ni sus emociones, ni sus sentimientos, ni sus riesgos de caer en la violencia en su entorno, ni sus problemas familiares.
Y así, la educación está llena de principios fosilizados.
Pero en particular, quiero llamar la atención sobre dos elementos asociados a la paz.
Nuestra educación prepara para la competencia y para el consumo. La Teoría de los Defectos Honorables asegura que vencer genera venganza. Mientras nos eduquen esencial para consumir y para competir, más cerca estamos de la guerra y de las venganzas.

Y otro elemento es el Pensamiento Divergente. Es la habilidad de ver muchas respuestas a una pregunta, es la capacidad de analizar los problemas desde distintas perspectivas, no se restringe a miradas únicas, ni a aquellas aceptadas tradicionalmente, se abre incluso hacia ideas que pueden parecer absurdas en un primer momento. El pensamiento divergente está asociado a la tolerancia, al respeto por la diferencia y a la creatividad. Es tener la capacidad de creer que hay varias formas de ver el mundo, que todas las ideologías deben respetarse, que no se puede ser confesional, que hay que respetar con naturalidad la diferencia.

Para escandalizar un poco más sobre la decadencia del sistema educativo, la educación desestimula el crecimiento del pensamiento divergente en los estudiantes. No crea hábitos de tolerancia ni de creatividad ni de respeto a la diferencia. Hay un estudio dramático que analiza como la escuela mina el pensamiento divergente. Se encontró que cuando los niños tenían entre 3 a 5 niños el 98% mostraba capacidad de genios para el pensamiento divergente. Luego cuando llegan a los 8 a 10 años, solo el 32% mostraban capacidad de genios para el pensamiento divergente. Cuando llegaron a los 15 años, solo el 10% conservan las habilidades de genios para el pensamiento divergente. Y a los 25 años, solo el dos por ciento seguían siendo genios del pensamiento divergente. La escuela recorta la capacidad de explorar y aceptar caminos distintos a la respuesta única del maestro.
LA educación es igual para todos. Para los que viven en el conflicto y para los que no viven en el conflicto.

Albert Einstein decía “si quieres resultados distintos no hagas siempre lo mismo”.
Ahora, el Presidente de la República tiene que hablar de educación como habla de economía o como habla de la guerra. Es locura esperar paz para siempre haciendo lo mismo de siempre. Si no se cambian los paradigmas de la educación, los próximos 100 Presidentes de Colombia tendrán que estar detrás de quienes hereden jefaturas para la violencia a ver si se negocian acuerdos de paz. Educación para la paz o paz para nunca.

 

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