domingo, 2 de enero de 2011

¡Un mensaje de reflexión dedicado a la felicidad de todos!


Uno avaro, el otro envidioso

En la corte del príncipe de Sicilia vivían dos soldados, el uno avaro y el otro envidioso. El príncipe los conocía muy bien, y cierto día quiso ponerlos a prueba de modo que decidió ofrecerles un obsequio a los dos, pero con la aclaración que cada uno recibiría lo que pidiera, pero el otro recibiría el doble. El avaro pensó rápidamente y dijo: “Si pido primero, me tocará solo la mitad de lo que recibirá mi compañero. Y el envidioso pensó: Jamás permitiré que a este avaro le toque más que a mí.

Finalmente, el príncipe exigió que el envidioso expresara su deseo en primer lugar. Este, después de vacilar por un buen rato, obligado dijo con tono decidido y resuelto: “Solicito a su majestad que se me saque un ojo.” ¡El príncipe no podía creer lo que estaba oyendo! No podía comprender la bajeza de semejante pedido. El envidioso estaba dispuesto a perder la mitad de su vista, con tal que el otro perdiera la vista completamente. No le importaba lo que él perdiera, con tal que su enemigo perdiera más que él, quedando ciego. Nótese que el príncipe había ofrecido un bien, un regalo, algo positivo, algo valioso que recibirían de su mano. Pero la envidia en el corazón de este soldado había echado a perder completamente su espíritu y su juicio: lo que pidió fue un mal, para que el otro recibiera un mal mayor que él.

Esta es la mentalidad distorsionada que se esconde en toda persona que alberga la envidia. Sufre cuando el vecino conquista un altura mayor. Pero se goza cuando se siente superior a los demás, y a los cuales puede mirar desde arriba.

Dijo el apóstol Santiago: “Donde hay envidia… allí hay perturbación y toda obra mala”. (Santiago 3:16) Y el sabio Salomón escribió: “La envidia es carcoma de los huesos” (Prov. 14:30) Es decir, algo así como la pudrición del alma.

¿Será posible que la envidia se infiltre en nuestra vida y motive en alguna manera nuestra manera de vivir? Algunas preguntas pueden ayudarnos a examinar nuestro corazón. Por ejemplo:

¿Reconozco fácilmente los méritos de los demás, o más bien me ocupo en desprestigiarlos?
¿Miro a mi prójimo con ojos de bondad o con ojos de rival?
¿Me esfuerzo por imitar y admirar al que triunfa y tiene éxito, o más bien me deleito en buscar faltas y lanzar críticas contra ellos?

Recuerdo que el apóstol San Pablo, cuando habla del verdadero amor dice que “el amor no tiene envidia” (1 Cor. 13) O sea que no siente molestia al ver a otros que son mejores que él; no le incomoda ver a otros que son superiores o mejores. Y siente verdadera alegría al ver el triunfo y éxito de los que lo rodean, no importa quien sea.

Vale la pena luchar valientemente para erradicar del alma cualquier rastro de este tipo, que no trae alegría de vivir y nos impide alanzar un nivel de felicidad y satisfacción en la vida.

Pidamos al Todopoderoso que quite del corazón esta carcoma que echa a perder tantas cosas hermosas de la vida. Que nuestro espíritu se sienta inundado con el amor que viene del cielo, ese amor que permite que la vida florezca y esté perfumada con la atmósfera del cielo. Porque SOLO ASI DA GUSTO VIVIR..!

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