miércoles, 26 de enero de 2011

Santos, Uribe, la democracia y el liberalismo


POLITICA Y GOBIERNO

Francisco Cortés Rodas

Lunes, 24 de Enero de 2011 00:10

El ex-presidente Uribe representa el antiliberalismo y la antidemocracia. El presidente Santos representa la democracia y el liberalismo. Un análisis polémico y cortante de la política colombiana a la luz de la filosofía política.

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El antiliberalismo

El antiliberalismo no es solamente una tradición intelectual: también es una práctica política. Impugna la idea de la libertad individual y el respeto a los derechos humanos. Afirma que esos derechos son una ideología de la burguesía europea de los siglos XVIII y XIX, que la utilizó para afianzar su proyecto político, desplazar del poder a la nobleza y a los terratenientes, y sojuzgar a la gente corriente.

El antiliberalismo está en contra del individualismo, la razón, el humanitarismo, el universalismo y el cosmopolitismo. Se basa en el parroquialismo y en los valores particulares; defiende la identidad étnica, la solidaridad nacional y ve en la secularización un desastre moral.

El antiliberalismo considera que la separación de poderes, las elecciones competitivas, la prensa libre, la tolerancia religiosa, los presupuestos públicos y el control judicial a la policía, que son lo más esencial de la política liberal, al mismo tiempo son los síntomas tempranos de la decadencia cultural y la desintegración moral del mundo moderno.

La antidemocracia

El pensamiento antidemocrático es también una vieja tradición filosófica y una práctica política. Los antidemócratas consideran que los valores más importantes en el proceso de formación del Estado son la paz y la seguridad, y que en casos de necesidad es posible renunciar a la libertad política para asegurar esos valores.

Los antidemócratas desprecian la idea de que la soberanía es expresión de la voluntad popular. Decir que ésta radica en el pueblo, que es inalienable y que el sistema político debe tener los mecanismos que aseguren cumplir la voluntad de los representados, es para ellos inaceptable.

Aman la libertad para los miembros de su clase pero la consideran un valor inalcanzable para las masas. Si la ocasión lo amerita, la violación de las normas procedimentales de la democracia no constituye un problema moral, político, o jurídico para los antidemócratas.

Repiten el dictum inspirado en Maquiavelo: "no se puede hacer una mesa sin destruir árboles, no se puede hacer una tortilla sin romper huevos, no se puede hacer una república sin matar gente"[1].

Grandes antiliberales

Entre los pensadores más importantes del antiliberalismo -que además, por principio, son antidemócratas- figuran Joseph de Maistre, Louis de Bonald, Edmund Burke, Donoso Cortés y Carl Schmitt.

Algunos de los políticos antiliberales más importantes de los siglos XIX, XX y XXI - que son también, por principio, enemigos de la democracia- fueron Napoleón Bonaparte, Adolfo Hitler, Benito Mussolini, José Stalin y Francisco Franco.

Entre nosotros se han destacado en los últimos años como miembros de esta venerable tradición política el casi juzgado por genocidio Augusto Pinochet; Rafael Videla y su Junta Militar, que fueron procesados y juzgados como criminales; y genocidas como Fidel Castro o Alberto Fujimori. Hugo Chávez y Álvaro Uribe también son parte de esta corriente. Sería necesario hacer muchas precisiones para establecer claras diferencias entre estos influyentes personajes de nuestras débiles democracias, pero esto no es posible aquí.

Liberalismo y Partido Liberal

Álvaro Uribe se separó de un liberalismo que él, con toda razón, diagnosticó como un partido viciado por la corrupción y el clientelismo; se apartó del partido liberal encarnado por las clientelas políticas de los Turbay, los Samper, los Serpa y otros más.

- El Estatuto de Seguridad del presidente Turbay fue la primera estocada que el liberalismo se clavó a sí mismo, destruyendo con esto la posibilidad de consolidar la democracia en Colombia.

- El escándalo de los apoyos de la mafia a la campaña presidencial de Ernesto Samper fue la última estocada que se auto propinó la elite liberal y constituyó, con los dineros "sucios" entrados "a espaldas" del presidente Samper, el fin de la dominación del trapo rojo en las plazas públicas, los concejos, la asambleas departamentales y el Congreso.

Pero Uribe representa el antiliberalismo, porque doctrinariamente se separó del liberalismo, personificado en Colombia por el Partido Liberal, para fundar un nuevo movimiento político, doctrinariamente cercano al pensamiento conservador.

El récord de Uribe

Uribe asumió las banderas de la anticorrupción y de la lucha contra el clientelismo y su gobierno simbolizó la eficiencia, el trabajo, la lucha contra la inseguridad, y a favor del crecimiento económico y la superación de la pobreza. Ejercitó de una forma novedosa la política, se acercó a la gente, actuó con autoridad y valentía frente a las guerrillas y las arrinconó.

Pero esto lo hizo de forma antiliberal y antidemocrática: es contrario al espíritu del liberalismo y de la democracia intentar que el Ejecutivo predomine sobre los otros poderes del Estado. Y lo es más si en el intento utiliza caminos ilegales.

Los procedimientos de los que se valieron Uribe y sus asesores o ministros José Obdulio Gaviria, Bernardo Moreno, Diego Palacio, Sabas Pretelt, fueron ilegales en el caso de la primera reelección e inconstitucionales en el caso del intento de una nueva reforma a la Constitución para promover una segunda reelección.

Fueron inmorales y contrarias al derecho, además, prácticas como las de pretender controlar y eliminar a la oposición utilizando a la policía secreta con fines políticos, como en el caso de las chuzadas; asesinar y desaparecer personas para demostrar triunfos de las fuerzas militares ante la opinión pública, como sucedió con los llamados falsos positivos; y, distribuir los recursos del Estado entre los más ricos, como en el caso de Agro Ingreso Seguro.

También lo fueron comprar votos por notarías y otros cargos públicos para asegurar la primera reelección; hacer contratos para pagar prebendas y distribuir las zonas francas como beneficio dinástico; favorecer un proceso de enormes acumulaciones de riqueza y de concentración de la propiedad territorial, en alianza con elites regionales vinculadas con el narcotráfico y el paramilitarismo; o establecer unas condiciones de negociación con el paramilitarismo sobre la base de aceptar un alto grado de impunidad, de sacrificar la verdad y de una casi nula reparación a las víctimas.

Un presidente que desarticula el sistema de pesos y contrapesos establecidos en el texto constitucional, en función de los intereses del Ejecutivo; que utiliza los organismos de inteligencia del Estado para amedrentar a los jueces que investigan a sus aliados; que convierte al Estado en un instrumento para enriquecer a funcionarios y allegados del grupo dominante mediante la corrupción generalizada; y, que como ex-presidente acude al expediente de buscar asilos en el extranjero para sus ex funcionarios acusados por la justicia, es un ciudadano que simboliza el antiliberalismo y la antidemocracia.

Santos, o hacia lo liberal y lo democrático

Su sucesor, el presidente Santos, contra todo lo previsible en una campaña que en buena parte ganó porque representaba el uribismo, puede llegar a encarnar la democracia y el liberalismo.

Durante sus primeros meses de gobierno, Santos ha tenido una conducta completamente distinta de la de su antecesor. Los gestos, las formas, el lenguaje, el nombramiento de sus ministros, los proyectos de ley presentados al Congreso, el cambio de nómina para destrabar la elección del Fiscal, la designación del nuevo director del SENA, permitirían creer que se ha iniciado otra época, que el país -destruido institucionalmente por el despotismo de Uribe, pero feliz con su autoritarismo- podría volver a la senda de la democracia y del liberalismo.

El presidente Santos ha mostrado que puede distanciarse del "uribismo" y hacer de Colombia un país liberal y democrático. Esto viene de atrás. Él pertenece a una estirpe de viejos liberales como López Pumarejo, Eduardo Santos, Lleras Camargo, Lleras Restrepo y López Michelsen. Desde El Tiempo su familia defendió al liberalismo de los ataques de Laureano Gómez o de la dictadura de Rojas Pinilla, y de ella forman parte periodistas liberales, críticos y comprometidos con la democracia.

El presidente Santos es un liberal y tiene nexos muy hondos con el liberalismo. ¿Podrán él y su equipo re-encauzar a Colombia por la senda de la democracia?

En una próxima edición de Razón Pública, me ocuparé con más detalle de analizar en qué consisten el liberalismo y la democracia.


*Instituto de Filosofía, Universidad de Antioquia

E-mail: franciscocortes2007@gmail.comEsta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla

Nota de pie de página

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[1] Ver Hanna Arendt, "Entre el pasado y el futuro. Ocho ejercicios sobre la reflexión política" Península, Barcelona. 1996. Pág. 151

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