viernes, 13 de agosto de 2010

Políticos ¿líderes, sabios o dioses?


La mitología griega y romana, prácticamente idénticas a excepción de los nombres y algún que otro lío de falsas e incestos diferentes, hablaba de los dioses como, en su mayoría, seres egocéntricos, muy poco piadosos y en bastante vengativos. A lo largo de la historia ese perfil de hombre de mármol, frío, calculador, impasible y todo poderoso se ha repetido en infinidad de ocasiones, desde Egipto, hasta el 3º Reich.

A día de hoy con la democracia asentada en nuestra sociedad, gracias a Dios, la figura del dictador ‘Hijo del Sol’ parece no tener cabida aunque la base parece no haberse perdido en la historia.

Los ‘grandes’ políticos de nuestros días pecan de ese ego que la historia nos ha enseñado que ha condenado a Dioses y a humanos. Nuestra clase política nos toma por tontos, o lo que es peor, nos toma por sus sirvientes. Cada cuatro años bajan de los altares a la tierra para apretar cuatro manos y dar dos besos. Los cuatro años entre medias viven en su nube particular dando órdenes bajo su ‘infinita’ sabiduría.

Como puede tener un político tantos asesores, cada uno para una cosa, y no hacer caso a ninguno, cómo puede un político ser tan egocéntrico de verse más sabio y dotado que el resto de los mortales. ¿Es esta la clase de políticos que nos merecemos?, y lo que creo que es más importante ¿hay alguna otra clase de políticos?

Si buscamos político en el diccionario encontramos “dicho de una persona: Que interviene en las cosas del gobierno y negocios del Estado” sin duda una buena manera de explicar la teoría, pero que difiere bastante de la realidad.

La crisis la han provocado la ambición desmesurada de los grandes inversores, ahora bien, los políticos, su sabiduría y los miles de asesores tienen tanta o más culpa que estos. Decía mi abuela que “tanta culpa tiene quien peca, como quien lo permite”.

Gabriel García Márquez hizo famosos sus “100 años de soledad”. No sé si serán cien, espero que no, pero seguro que pasarán unos cuantos años hasta que la clase política baje de los altares para gobernar al país desde el país, para que terminemos con la ley del silencio a costa de los bolsillos llenos de unos pocos. Para que tengamos, en definitiva, una clase política digna.

[Escrito por David Vicente] Tags: David Vicente, España, Política, crisis, MAY 20 DE 2010

VEAMOS ESTE CUENTO:

El Juez, el Ladrón, el Rico y el Rey
Autor Desconocido

Sucedió hace algún tiempo en cualquier lugar. Un rey nombro juez a un hombre sabio. Era un taoísta. El rey confiaba en que el sabio resolvería con justicia muchos problemas.

El primer caso del juez parecía muy simple. Se trataba de un ladrón que había confesado y fue agarrado “con las manos en la masa”. Así que el sabio condenó a un año de cárcel al ladrón. Pero también condenó al rico.
— ¿Cómo es esto? —dijo el rico. Yo he sido el damnificado, ¿y me arrestas?
—Sí, respondió el juez. Tú eres tan responsable como él, si no hubieras acumulado tantas riquezas, él no te habría robado, toda tu acumulación es responsable de su hambre.
Cuando se enteró de esto el rey, inmediatamente destituyó al juez porque pensó así: “Si este hombre continúa su razonamiento llegará hasta mí.”

Ésta es una historia muy actual.

Son incompatibles los principios de esta civilización con el amor que es la única fuerza capaz de traernos la felicidad. El sistema alienta la rapidez, la competencia, el consumo de lo artificial y superfluo. El amor necesita paciencia, solidaridad, unión y el cultivo de lo natural y esencial. El valor económico está siempre primero que el valor humano.

Como en el caso del juez, el desequilibrio social que se multiplica engendra violencia, la solución se encuentra en redistribuir. La economía está en ruinas por acumulación del libre flujo del dinero. Es que confundimos los medios con los fines: el dinero es un medio, sólo compra lo barato, no compra el amor, ni la sonrisa de un niño, ni el aire puro, ni la vida. Puede pagar la obra social pero no la salud.

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