jueves, 10 de junio de 2010

La verdadera cara del alcohol


La verdadera cara del alcohol
Jaime Andrés Jaramillo Botero | Jóvenes Pioneros | Publicado el 9 de junio de 2010

La dependencia que nuestra sociedad tiene frente al consumo de alcohol, que diariamente incrementa los índices de consumo, hacen incipientes los esfuerzos de prevención y educación, frente a las millonarias campañas publicitarias y estrategias de mercadeo, que incitan a las personas a consumir licor. La publicidad juega con los deseos de los individuos, muchos creyéndose héroes después de una ardua jornada, han terminado bebiendo.

Nuestros adolescentes, por el afán de ser adultos, inician sus carreras alcohólicas como si se tratara de un juego, desconociendo el poder destructivo que genera el alcohol. Percibo mucho desconocimiento al interior de las familias, que son el primer círculo social donde la persona se relaciona con el consumo, donde infortunadamente la actividad de beber licor está institucionalizada y hasta se incita y enseña, como forma de preparación para enfrentar la vida madura.

Los adultos no pueden seguir incitando al joven a beber, solo porque a los trece o catorce años ya tiene edad para hacerlo de una manera prudente, pero que a la larga a muchos les coge ventaja. El consumo de licor a los adolescentes les despierta cada vez más el deseo de experimentar sin saber las consecuencias, ubicándolos en escenarios propicios para consumir drogas y adquirir comportamientos violentos y nocivos, cruzando los límites invisibles entre el consumo social y la enfermedad de la dependencia, que como monstruo, se encarga de destruir hogares, relaciones afectivas, trabajos, negocios, bienes materiales y vidas de miles de personas en el mundo.

El consumo de alcohol en nuestra sociedad es tan marcado que muchas personas que beben permanentemente dicen que lo pueden controlar y que no les ocasiona problemas, que los problemas los tiene la mamá regañona, la esposa amargada, el hijo retraído, el que miró raro a la novia y terminó golpeado, la moto que se atravesó y causó el accidente, el sereno de la noche que lo hizo vomitar o el policía resentido que se sobrepasó y lo llevó al calabozo.

El alcoholismo es un tema de salud pública y según la Organización Mundial de la Salud, la tercera causal de muerte en el mundo. Consumir licor es una vía de escape de la realidad, que permite olvidarse de los problemas, sustituir los vacíos emocionales por sentimientos de aceptación e importancia y experimentar una falsa felicidad mediante el furor acalorado que proporciona una "prenda", efectos mágicos fabricadores de alcohólicos, que inconscientemente obligan seguir bebiendo.

Vivimos en una sociedad alcohólica y para todo y por todo hay que beber, desde un nacimiento hasta una muerte, por una tristeza o una felicidad, no importa la hora, el lugar, el clima o el motivo, el licor está inserto en la conciencia colectiva y presente en todas las instancias sociales, es un enemigo silencioso que ataca cautelosa e inesperadamente, que juega con la percepción de la realidad; sustancia engañosa que no respeta edad, estrato, raza, ni credo, que siempre está al alcance de las personas y él al acecho, esperando los momentos de debilidad para tomar posesión de la mente y el cuerpo y convertir las vidas en laberintos de difícil salida.

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