La lealtad es una virtud que desarrolla nuestra conciencia. Ella nos conduce profundamente hacia una situación, a través de ésta, y hacia la salida del otro lado, emergiendo como una persona más evolucionada.
La lealtad es un corresponder, una
obligación que se tiene con los demás. Es un compromiso a defender lo
que creemos y en quien creemos. La lealtad es un valor, pues quien es
traidor se queda solo. Cuando somos leales, logramos llevar la amistad y
cualquier otra relación a su etapa más profunda. Todos podemos tener un
amigo superficial, o trabajar en un lugar simplemente porque nos pagan.
Sin embargo la lealtad implica un compromiso que va más hondo: es el
estar con un amigo en las buenas y en las malas, es el trabajar no solo
porque nos pagan, sino porque tenemos un compromiso más profundo con la
empresa en donde trabajamos, y con la sociedad misma.
La lealtad es una llave que nos
permite tener auténtico éxito cuando nos relacionamos. La lealtad es un
valor que no es fácil de encontrar. Es, por supuesto, más común aquella
persona que al saber que puede obtener algo de nosotros se nos acerque y
cuando dejamos de serle útil nos abandona sin más. Es frecuente saber
que alguien frecuenta un grupo contrario porque le da más beneficios. Y
lo que acaba ocurriendo es que nadie confía en ese tipo de personas.
La lealtad es esencial en la
amistad. Los conocidos se hacen amigos a través de la lealtad mutua. La
lealtad es un esencial en la amistad que se ha desarrollado en el
compromiso de corazones entre dos personas. En una relación de corazón a
corazón la lealtad desarrolla la confianza mutua.
Es nuestro deber el ser leal a
aquellos que dependen de nosotros: familia, amigos, nuestros empleados o
nuestro empleador. La lealtad es amor bondadoso en acción. La lealtad es
potenciada por la energía que viene hacia nuestro cuerpo al cuidar
nuestras actitudes y pensamientos. La lealtad desarrolla nuestra alma en
conciencia, transformándonos en la creación más hermosa posible de un
ser humano.
Como vemos, la lealtad se relaciona
estrechamente con otras virtudes como la amistad, el respeto, la
responsabilidad y la honestidad entre otras.
Podemos ver como actitudes
desleales:
- Las críticas que se hacen de las personas, haciendo hincapié en sus defectos, lo limitado de sus cualidades o lo mal que hacen su trabajo.- Divulgar las confidencias que se nos han hecho.- Quejarnos del modo de ser de alguien y no ayudarlo para que se supere.- Dejar una amistad por razones injustificadas y de poca trascendencia.- El poco esfuerzo que se pone al hacer un trabajo o terminarlo.- Cobrar más del precio pactado.
No basta contradecir las actitudes
desleales para ser leal, es necesario detenernos a considerar algunos
puntos:
- En toda relación se adquiere un deber respecto a las personas. Como la confianza y el respeto que debe de haber entre padres e hijos, la empresa con los empleados, entre los amigos, los alumnos hacia su escuela...- Se deben buscar y conocer las virtudes permanentes para cualquier situación, de otra forma se es “leal” mientras se comparten las mismas ideas.- La lealtad no es una consecuencia de un sentimiento afectivo, es el resultado del discernimiento para elegir lo que es correcto.- Si se coloca como valor fundamental el alcance de objetivos, se pierde el sentido de cooperación. La persona que participa en una actividad sólo por el éxito que se tiene, fácilmente abandona la empresa porque las cosas no salen bien o simplemente deja de obtener los beneficios a que estaba acostumbrado.- Lo importante es vivir las virtudes por lo que representan, no por las personas que en algún momento dictan una norma.
Con todo lo anterior veremos que
aún sin darnos cuenta, las relaciones que hemos sabido mantener se deben
en gran medida a la vivencia del valor de la lealtad.
DE LA LEALTAD
Una preocupación hace bullir mi
mente y un dolor ensombrece mi alma. Seres sin escrúpulos de conciencia,
que pretenden imponer su voluntad por encima de todo, lograr unos fines
-por demás inconfesables- sin reparar en la honestidad de los medios.
Ninguno cuenta con el libre albedrío de la persona que pretenden
doblegar.
Insultos, amenazas, calumnias...,
son sus armas. Armas que poco dicen a favor de quien las utiliza. Alianzas
pactadas en la sombra porque no se atreven a obrar a la luz del día.
Aprovechar debilidades ajenas para lograr sus objetivos. Jugar
descaradamente con lealtades.
Y, en medio de todo este asunto,
está en juego mi sentido de la amistad y la fidelidad. Tengo la
conciencia muy tranquila. Las ideas muy claras. Sé perfectamente lo que
tengo que hacer: caso omiso a quienes no merecen el apelativo de personas.
No ignoro que pretenderán atacarme. Se volverán contra mí. Pero tengo a
mi favor que han olvidado totalmente contar con mi propio discernimiento y
voluntad de acción.
No me importa recibir una serie de
golpes, por muy traicioneros que sean, si con ello un amigo se ve libre.
Por mantener incólume una amistad,
por evitar un daño a un amigo, me enfrento a quien sea. Porque tengo unos
principios más honestos, porque la bajeza y ruindad de algunos no me da
miedo, porque no abandono a los míos cuando las cosas se ponen feas...
porque, en definitiva, soy leal.
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