lunes, 17 de septiembre de 2012

La ética, la moral y la política

La ética y la moral son partes indivisibles de la política. Ella no puede existir sin tener como base ambos valores. De no serlo, la política se transforma, desde la actividad más noble a la que puede dedicarse un ser humano, a un mero ejercicio ciudadano cuyo objetivo primario será ganar el pan de cada día.
El poder que la política entrega a sus cultores, hoy usado mayoritariamente en beneficio personal y no a favor del interés público, se transforma de tal manera en simple mercancía de cambio y lucro personal.
Son los propios ciudadanos quienes están llamados a poner fin a tal despropósito; sin embargo para que ello ocurra, es menester adquirir conciencia de lo que está ocurriendo y desarrollándose a vista, paciencia y tolerancia de las elites del poder, también beneficiadas de ese círculo vicioso en acción. Estos procederes deben ser denunciados.


Sin embargo hace falta valentía para ello. La denuncia conlleva siempre todo tipo de represalias de parte de quienes actúan indecentemente hacia quienes luchan por la probidad. Es el mundo al revés. Son los valores trastocados hasta el delirio.


Hay estamentos de nuestra sociedad donde esas represalias son mandatos de muerte que emanan justamente desde quienes tienen el deber constitucional de defender la vida y la integridad territorial. De quienes debieran ser la reserva moral de nuestra sociedad. Casos recientes así lo atestiguan.
 
Por lo tanto cada día son menos los valientes que se atreven a denunciar. A consecuencia de ello los organismos públicos del poder se van poblando de voraces litigantes y operadores políticos, que cual “rambos” de cuello y corbata, están entrenados en hacerse de los intestinos y cabezas sangrantes de los atrevidos honestos que llegaron a desafiar la inmundicia, o de sus oponentes y adversarios políticos, a quienes estos guerreros del poder tratan como enemigos de una guerra soterrada, donde el respeto al vencido está tan olvidado como el ejercicio de la decencia.
En este mundo de Los Miserables, todo es posible y a veces la truculencia, falta de tino y tacto, solo se puede comparar al mundo kafkiano, donde la realidad es convertida en telaraña infranqueable para simples mortales.
Allí los hilos que mueven a estas marionetas, suelen ser manipulados por redes inescrupulosas que constituyen verdaderas asociaciones ilícitas, cuyas características –para los ciudadanos mas alertas y entrenados en darle a las acciones humanas segundas lecturas, a manera de coraza o detectores de mentira- resultan tan indecorosamente burdas, que rayan en lo patético.
Lo curioso e incomprensible, es que muchos de estos personajes adquieren poder político a consecuencia del resultado de elecciones populares, teledirigidas y apoyadas desde el poder central.
Luego usan las puertas que ese poder político abre, para consumar todo tipo de negociados, que en el mejor de los casos, solo rayan lo ilícito. Pero que en su mayoría se disfrazan, cobijan y protegen hábilmente en ese poder para defraudar, cuando no al Estado, a la ciudadanía toda.
No obstante la aparente impunidad de quienes así actúan, encuentra a su paso organismos públicos que cada día tienden verdaderas murallas que hacen infranqueables el materializar sus propósitos. [i]
 


[i] Por: Lautaro Robinson Araya

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