La ética y
la moral son partes indivisibles de la política. Ella no puede existir sin
tener como base ambos valores. De no serlo, la política se transforma, desde la
actividad más noble a la que puede dedicarse un ser humano, a un mero ejercicio
ciudadano cuyo objetivo primario será ganar el pan de cada día.
El poder que
la política entrega a sus cultores, hoy usado mayoritariamente en beneficio
personal y no a favor del interés público, se transforma de tal manera en
simple mercancía de cambio y lucro personal.
Son los
propios ciudadanos quienes están llamados a poner fin a tal despropósito; sin
embargo para que ello ocurra, es menester adquirir conciencia de lo que está
ocurriendo y desarrollándose a vista, paciencia y tolerancia de las elites del
poder, también beneficiadas de ese círculo vicioso en acción. Estos procederes
deben ser denunciados.
Sin embargo hace falta valentía para ello. La denuncia conlleva siempre todo tipo de represalias de parte de quienes actúan indecentemente hacia quienes luchan por la probidad. Es el mundo al revés. Son los valores trastocados hasta el delirio.
Hay
estamentos de nuestra sociedad donde esas represalias son mandatos de muerte
que emanan justamente desde quienes tienen el deber constitucional de defender
la vida y la integridad territorial. De quienes debieran ser la reserva moral
de nuestra sociedad. Casos recientes así lo atestiguan.
Por lo tanto
cada día son menos los valientes que se atreven a denunciar. A consecuencia de
ello los organismos públicos del poder se van poblando de voraces litigantes y
operadores políticos, que cual “rambos” de cuello y corbata, están entrenados
en hacerse de los intestinos y cabezas sangrantes de los atrevidos honestos que
llegaron a desafiar la inmundicia, o de sus oponentes y adversarios políticos,
a quienes estos guerreros del poder tratan como enemigos de una guerra
soterrada, donde el respeto al vencido está tan olvidado como el ejercicio de
la decencia.
En este
mundo de Los Miserables, todo es posible y a veces la truculencia, falta de
tino y tacto, solo se puede comparar al mundo kafkiano, donde la realidad es
convertida en telaraña infranqueable para simples mortales.
Allí los
hilos que mueven a estas marionetas, suelen ser manipulados por redes
inescrupulosas que constituyen verdaderas asociaciones ilícitas, cuyas
características –para los ciudadanos mas alertas y entrenados en darle a las
acciones humanas segundas lecturas, a manera de coraza o detectores de mentira-
resultan tan indecorosamente burdas, que rayan en lo patético.
Lo curioso e
incomprensible, es que muchos de estos personajes adquieren poder político a
consecuencia del resultado de elecciones populares, teledirigidas y apoyadas
desde el poder central.
Luego usan
las puertas que ese poder político abre, para consumar todo tipo de negociados,
que en el mejor de los casos, solo rayan lo ilícito. Pero que en su mayoría se
disfrazan, cobijan y protegen hábilmente en ese poder para defraudar, cuando no
al Estado, a la ciudadanía toda.
No obstante
la aparente impunidad de quienes así actúan, encuentra a su paso organismos
públicos que cada día tienden verdaderas murallas que hacen infranqueables el
materializar sus propósitos. [i]
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